Desahucio

Lavapiés reclama a Carmena el cierre de la sede «okupa» del barrio

Los vecinos se quejan, en una carta a la alcaldesa, de la insalubridad de la zona

Imagen de archivo de una casa "okupada"
Imagen de archivo de una casa "okupada"larazon

La connivencia de la nueva corporación municipal madrileña para con el movimiento okupa ha traído consigo una gran oleada de quejas de los vecinos que «conviven» con estos colectivos en sus vecindarios y sufren la peor cara de estos activistas. Los últimos en recordar al Ayuntamiento dirigido por Manuela Carmena que ya no pueden aguantar más permisividad han sido los vecinos del barrio de Lavapiés, concretamente quienes viven cerca del número 15 de la calle Jesús y María, sede de la okupa. La plataforma del barrio de Lavapiés ha remitido una carta al Ayuntamiento de la capital con el siguiente encabezado: «Buenos días Sra. Alcaldesa. Como todas las semanas, me dirijo a ti para informarte de la otra cara de la okupación, que por desgracia están padeciendo los vecinos del barrio de Lavapiés».

Según los afectados, el edificio es propiedad municipal tras una serie de impagos de impuestos acumulados. Hace un par de años, un grupo de activistas entraron para quedarse en el inmueble. Cuando los vecinos se percataron de la ilegalidad avisaron a la Policía, que se personó en el inmueble y, tras ser increpados, se marcharon, según la portavoz, Begoña Sebastián. De hecho, las Fuerzas de Seguridad sólo podrían haber evitado la okupación si les hubiera pillado in fraganti; de lo contrario, hay que esperar a que una decisión judicial ordene el desalojo. El verano pasado, según la portavoz de la plataforma vecinal, el edificio okupado fue declarado en ruina por los inspectores municipales «y el ayuntamiento se dedicó a rehabilitar el tejado, apuntalándolo por dentro», explica Sebastián. La rehabilitación del inmueble, que, según recalcan los afectados, «fue pagada por todos los contribuyentes de Madrid» (así como la luz que enganchan), duró varios meses. Lo que vienen a reclamar los vecinos es que, mientras han seguido pasando los meses sin que nadie haga nada, ellos siguen padeciendo las consecuencias de la cara menos amable de la okupación. Se quejan de ruidos nocturnos, sobre todo en verano, que duermen con las ventanas abiertas.

Según la protavoz, «su vida comienza por la noche: se sientan en las aceras fumando porros y bebiendo alcohol y con la música que ellos escuchan a todo volumen que ponen desde uno de los pisos» del edificio okupado. Cuando llaman a la Policía por el ruido y éstos se personan, aseguran que el ruido disminuye pero apenas dura unos minutos hasta que los agentes se marchan. Otro de los problemas del excesivo ruido en verano es que comen y cenan en la acera y «dejan los derpedicios y miccionan en la calle». Los vecinos aseguran además que los inquilinos ilegales depositan bidones con los excrementos o, incluso, los tiran por la ventana. También denuncian una plaga de chinches, que los mismos okupas trataron de desinfectar sin éxito e incluso presencia de ratas. Además, los vecinos aseguran que tienen que soportar peleas entre ellos «llegando a las agresiones físicas». Por todo ello reclaman al Consistorio que restaure la salubridad en el vecindario.

Oleada de «okupas de pago»

Aunque muchos quieren vivir en una vivienda sin pagar alquiler, luz ni agua, no todos se atreven a elegir dónde y entrar, el proceso más complicado para un okupa, ya que una vez dentro el riesgo es mucho menor. Por eso ha proliferado mucha gente que busca vivienda, entra y la «cede» a okupas bajo un acuerdo económico. Desde la «Oficina de la Okupación de Madrid» alertaban ayer sobre este fenómeno en auge, que tachaban de «inmoral e incívico». Así, recordaban que existen asesorías para ayudarles en los requisitos técnicos o legales.