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Madrid

Los libreros de Moyano, al borde del cierre

Piden a Carmena que modifique sus horarios de carga y descarga y que recupere el proyecto que prevé instalar un quiosco para aumentar la visibilidad de sus puestos

Libreros de la Cuesta de Moyano, en Madrid
Libreros de la Cuesta de Moyano, en Madridlarazon

Piden a Carmena que modifique sus horarios de carga y descarga y que recupere el proyecto que prevé instalar un quiosco para aumentar la visibilidad de sus puestos

Las librerías más turísticas de la capital, las enclavadas en la calle Claudio Moyano, no pasan por su mejor momento. A punto de cumplirse 91 años –lo harán el próximo mayo– desde que las primeras casetas se instalaran en esta feria permanente en el distrito de Retiro, la treintena de libreros que aún mantienen abiertos sus puestos en este enclave, a pesar de las continuos cambios de los últimos años, están en pie de guerra. No les faltan motivos. Denuncian que la peatonalización que el Ayuntamiento de Madrid llevó a cabo en 2007 en la famosa cuesta detrás del Ministerio de Agricultura (después de tener seis años a los libreros instalados en el Paseo del Prado) podría costarle el cierre a muchos de ellos. Por eso, piden al nuevo Ejecutivo municipal una regulación como la que disfrutan en París los buquinistas (los libreros que ofrecen sus ejemplares en las riberas del Sena) y que, desde 2011, disponen de una regulación que les libra de tasas y alquileres por sus casetas, pero que les obliga a homogeneizar el tamaño de sus puestos y les marca algunas directrices respecto a los ejemplares que pueden ofrecer en tan turístico enclave de la capital francesa. La peatonalización, según denunció recientemente el presidente de la Asociación de Libreros de la Cuesta de Moyano, Francisco Moncada, estableció un horario de carga y descarga (de 9 a 11 horas) que difícilmente se ajusta al horario comercial de estos puestos que abren a partir de las diez de la mañana.

«Se peatonalizó sin contar con nadie y eso ha repercutido en los usuarios, en los profesionales y en las ventas. Hoy la Cuesta de Moyano es un páramo, un espacio público de esos que es necesario revisar», indicó ayer la concejala socialista Mar Espinar, que, en la comisión de cultura que celebrará hoy el consistorio de la capital, va a pedir a la responsable de esta área, Celia Mayer, que «propicie el diálogo con los libreros de la Cuesta de Moyano para que esta calle se convierta en uno de los referentes culturales de Madrid».

Los libreros, según la socialista, tienen perfectamente identificados los problemas que les podrían abocar al cierre en los próximos meses. Están ubicados en una vía con carril bici «que no está delimitado ni pintado». Un espacio reducido que tampoco está bien señalizado. «Le falta divulgación y puede ser la causa de que la Cuesta sea desconocida incluso por los propios madrileños», lamentó Espinar, quien recordó que hace dos años los comerciantes de la cuesta elaboraron un díptico que ni siquiera contó con el apoyo del Ayuntamiento para su difusión. Además, al contrario de lo que sucede con los buquinistas, hay disparidad de tarifas para en el canon de las casetas: desde 3.000 (de los que llevan más años instalados en este punto) a los cerca de 12.000 que deben abonar los libreros que se han incorporado en los últimos años a la Cuesta de Moyano.

El Plan Especial Recoletos-Prado «contaba con un quiosco para el esparcimiento, para dotar de visibilidad a la zona y generar actividad. ¿Dónde ha quedado todo eso?», se preguntó la socialista. El Ejecutivo de Manuela Carmena, reconocían este sábado algunos de los libreros, ha recogido el guante y el proyecto de la terraza que anime a más madrileños y turistas a acercarse a estas librerías ya está en estudio en los despachos de Cibeles. «Tienen que hacer algo, si no estaremos irremediablemente abocados al cierre», reconocía uno de los comerciantes de Moyano que se mostró esperanzado ante la posibilidad de que la Cuesta sea declarada Patrimonio Mundial de la Unesco, una propuesta del PSOE en la última sesión de 2015 Junta Municipal de Retiro que iniciará un trámite cuya conclusión puede tardar toda la legislatura.