Barcelona

Morata no quiere ser Alcanar

Trece años después de los atentados del 11-M, vecinos de la localidad han vuelto a presentar reclamaciones ante su Ayuntamiento para que se deje de vincular la casa en la que se «cocinaron» las bombas, que en realidad se levanta en el término municipal de Chinchón, con su pueblo.

En 2004, tras los atentados del 11-M, la vivienda que se levanta en el kilómetro 14 de la M-313 (la carretera de Titulcia), se convirtió en la «casa de las bombas» de los terroristas. La casa se levanta en el término municipal de Chinchón
En 2004, tras los atentados del 11-M, la vivienda que se levanta en el kilómetro 14 de la M-313 (la carretera de Titulcia), se convirtió en la «casa de las bombas» de los terroristas. La casa se levanta en el término municipal de Chinchónlarazon

Trece años después de los atentados del 11-M, vecinos de la localidad han vuelto a presentar reclamaciones ante su Ayuntamiento para que se deje de vincular la casa en la que se «cocinaron» las bombas, que en realidad se levanta en el término municipal de Chinchón, con su pueblo.

Alcàsser por el crimen de sus tres niñas; Amstetten y su «monstruo»; A Pobra do Caramiñal, por la desaparición de Diana Quer; Ciudad Lineal y su pederasta... son muchas las localidades y barrios de todo el mundo que han pasado a la historia por los crímenes o sucesos que se produjeron en sus calles. Un estigma que también padece la localidad madrileña de Morata de Tajuña y que ha vuelto a ponerse de actualidad. A raíz de los últimos atentados de Cataluña muchos medios de comunicación han recordado la vinculación de este pueblo con la génesis de los atentados de Madrid. Igual que ha sucedido en el municipio tarraconense de Alcanar, en el que según las primeras investigaciones los terroristas estaban confeccionando bombas para llevar a cabo una masacre en Barcelona, esta localidad del sureste de la Comunidad de Madrid no se libra de ser conocida como el municipio donde se «cocinaron» los explosivos que hicieron saltar por los aires los trenes aquella trágica mañana de 2004. Y eso que han pasado ya nada menos que trece años. Los morateños (apenas están censados en la localidad 7.500 habitantes) quieren que el nombre de su municipio se desvincule de los ataques yihadistas de una vez por todas. Por ello, en las últimas semanas varios de ellos han vuelto a remitir escritos al Ayuntamiento para que tome cartas y haga lo que pueda para intentar mejorar su imagen.

La unión de Morata con los atentados surgió por una confusión inicial ya que, recuerdan desde el municipio, la «casa de las bombas» pertenece en realidad al vecino término municipal de Chinchón. La confusión nació con el arranque de las investigaciones sobre los atentados. El actual alcalde de Morata de Tajuña, Ángel Sánchez, recuerda que en la primera orden de registro que se dictó sobre la vivienda –que se levanta en una parcela en medio del campo en la carretera que une esta localidad con Titulcia– se especificaba que ésta pertenecía a su pueblo aunque, en realidad, está en la demarcación Chinchón. «Antes de que entraran los agentes de la investigación hubo que cambiar la orden porque estaba mal», explica el regidor sobre el origen de la vinculación con el 11-M que desde entonces les ha sido imposible borrar porque, reconoce, los vecinos de la zona donde se ubicaba la vivienda de los terroristas acuden a su municipio para ir al supermercado o a la farmacia al estar mejor comunicados. «¿Por qué tenemos que estar vinculados? Ya es muy triste que todo eso pasara como para que nos relacionen con eso para siempre», añade Sánchez que denuncia que el «malestar general del pueblo» por esta relación dura aún hoy.

Varios integrantes de la célula terrorista que atentó en Madrid Atocha, la calle Téllez, El Pozo y Santa Eugenia, y que se suicidaron el 4 de abril de 2004 al hacer saltar por los aires un piso de Leganés, pasaron por la vivienda en la denominada ruta de la Vega del Tajuña que da mal nombre a Morata –una modesta casa rural que había construido con sus propias manos su dueño (un ciudadano sirio que estaba en prisión en el momento de los atentados) en el kilómetro 14 de la M-313– . Durante el registro de la vivienda, que los terroristas habían alquilado por un año a sus propietarios, la Policía encontró detonadores de aluminio y cobre, la dinamita Goma 2-ECO que emplearon para construir los explosivos que más tarde colocaron en los trenes, y diversa documentación sobre la planificación de los ataques. Además, según los testimonios que se recogieron en la causa que juzgó los atentados en la Audiencia Nacional durante más de cuatro meses de 2007, habían hecho una reforma y colocado planchas de poliestireno en el anexo exterior en el que se dedujo que habían almacenado material explosivo porque los análisis químicos detectaron restos de nitroglicol en los paneles.

Nueva imagen

En la actualidad la casa no tiene nada que ver con la de aquellos años. Tras los atentados sus dueños la dejaron prácticamente abandonada. «No quisieron saber nada de ella ni de los atentados», asegura un vecino. De vez en cuando algún curioso se colaba en la vivienda que también albergó el rodaje de un documental sobre el 11-M. Cambió de dueños y también, por aquello de acabar con cualquier recuerdo, de imagen. Aunque la modesta vivienda continúa en pie, su fachada ha sido remozada y pintada de color ocre. También la parcela presenta mejoras y se aleja de la imagen que en 2004 la Prensa pintó sobre ella «llena de basura y cascotes».

En toda la información que a día de hoy se puede rastrear en la red sobre la «casa de las bombas» del 11-M la mayor parte de las referencias hablan de Morata de Tajuña. La relación de la casa con la localidad de Chinchón es escasa y, quizá que los agentes de la Policía Municipal de Morata colaborasen aportando información a la investigación, como recuerda su alcalde, haya contribuido también a la unión de la casa con este municipio.

«Tampoco queremos que la mala fama se la lleven los vecinos y es verdad que a esa finca es más fácil acceder desde Morata que desde Chinchón, pero es que no está en nuestro término municipal», recalca el alcalde morateño que prefiere que se hable de la localidad por algunas de sus «virtudes» como la famosa Pasión viviente que representan cada Semana Santa desde hace décadas, el museo de la molinería –en el que tienen en funcionamiento un antiguo molino– o su parque histórico de la batalla del Jarama.