Madrid
15-A: Sin fiesta, sin verbena... ni Paloma
Más de 1.200 pueblos «celebran» hoy sus fiestas de agosto más tristes. Calles silenciosas y vacías. ni rastro de festejos. El ejemplo más emblematico es el del madrileño barrio de La Latina donde este año un chotis solitario suena de fondo
Más de 1.200 ciudades y pueblos de España celebran hoy su gran fiesta. Bueno, más bien, no celebran. Es un verano atípico en el que el coronavirus ha echado por tierra la ilusión fiestera del territorio patrio. El 15 de agosto se conmemora la asunción de María a los cielos y, en esta fecha, hay un festejo que sobresale, por su ubicación y por la cantidad de gente que siempre, hasta hoy, ha congregado en las calles y locales: el de la Virgen de La Paloma.
Este año las calles de La Latina vuelven a estar engalanadas con pañuelos que cuelgan de los balcones, banderines de colores que cruzan de una acera a otra y guirnaldas de papel atadas a las farolas. Todo preparado para recibir a la Virgen de la Paloma. Sin embargo, la decoración solo servirá para recordar a los madrileños las fechas en las que estamos, pues el cuadro más querido en la ciudad no saldrá a procesionar por culpa de la pandemia. En cambio, «declamaremos unas poesías dedicadas a ella y haremos unos cantos. Será un momento de devoción que nos permitirá quitarnos de encima un poco la farándula de la fiesta y no perder de vista lo importante, lo nuclear, lo esencial, que es la fe», admite el párroco de Virgen de La Paloma y San Pedro, Gabriel Benedicto.
La situación provocada por la Covid-19 también cambiará el descuelgue del cuadro que, tradicionalmente, realizan los bomberos. «Solo un par podrán tocarla», admite Felipe García, presidente de la Hermandad Virgen de La Paloma-Bomberos de Madrid, al contrario que los años anteriores, cuando recibían las caricias de todos los bomberos presentes.
Justo ahora que no van a poder, es cuando estos profesionales tienen más de acercarse a la virgen y agradecerle que les haya protegido en los meses del estado de alarma. García cuenta que «en el periodo más duro del confinamiento, cuando descontaminábamos zonas públicas y residencias, le pedíamos que todo saliese bien, que nos protegiese a nosotros, a nuestros compañeros y nuestras familias. Y como solemos decir, nos ha echado su manto por encima porque la incidencia del virus en los bomberos y sus allegados ha sido mínima a pesar de estar muy expuestos».
Los ecos del chotis
El barrio de La Latina, tan turístico, encuentra en las fiestas de La Paloma un momento para encontrarse consigo mismo. Los vecinos, que se difuminan entre el gentío que normalmente recorre las calles, se ven durante las celebraciones en los puestos de toda la vida que los comerciantes abren en las aceras y el asfalto. En esta ocasión todo ese poder castizo solo será ceniza en la memoria, con la esperanza de que la tradición se pueda recuperar en 2021.
Pero algunos no renuncian a mantener cierto ambiente festivo con aroma madrileño. Por ejemplo, en uno de los bares más famosos del barrio, Muñiz, estos días un pianista ha tocado unos chotis que han endulzado las calles. Incluso, una apreja de chulapos se ha atrevido a bailarlos alguna noche. Un escena que ha pasado de habitual a extraña.
Un propietario de un bar de la calle Toledo, Diego, cuenta que el golpe emocional es duro, pero también el económico. «Hay gente a la que no ves en todo el año, pero durante las fiestas viene a verte. Duele que no pueda ser así, aunque sea nos mandamos mensajes. Lo que más me preocupa es que estos días son en los que más suelo facturar porque, además del bar, ponemos un puesto fuera para aprovechar la mayor clientela que podamos. Ganamos un dinero que supone un buen empujón y con lo que financiamos Navidades, vacaciones y cualquier extra. Este año tendremos que tirar de otros ahorros, pero es que la cuenta va bajando».
Frente al bar, un poco más abajo, hay un edificio con más de 60 viviendas. En el inmueble convive gente joven, que no echarán en falta la celebración de La Paloma porque no la tiene tan arraigada. Sin embargo, encontramos vecinos que pasan los 80 años y hasta ahora nunca se habían perdido una fiesta de la patrona de su barrio. Incluso familiares de otras ciudades solían venir a Madrid cada año por estas fechas y esta vez no lo harán.
Carmen cuenta que «no vienen porque no hay procesión ni nada, y además tienen bastante respeto a estar en Madrid tal y como tenemos aquí la cosa. Yo entiendo que por la situación no se haga nada. Me da pena, mucha pena. Al menos he podido ver las misas de la novena por el ordenador porque me las ha puesto mi hija, y he colgado mi pañoletita en el balcón».
Esta mujer ha convivido durante casi sesenta años con su marido hasta su fallecimiento, antes del confinamiento. Pasó todo el estado de alarma sola hasta que ahora su hija ha venido a estar con ella. Casos como el suyo hay muchos, de gente devota a la virgen que la necesita más que nunca porque ha perdido recientemente a un ser querido a causa de la pandemia. Sin embargo, habrá que practicar la fe a distancia, como explica Esteban, otro de los vecinos de este inmueble cercano a la parroquia.
«Se me parte el alma al ver la calle sin los puestos,pero también te digo que nos hemos acostumbrado a acordarnos de las vírgenes y los santos cuando los necesitamos y los vemos físicamente. Ahora que todo es a distancia, a ver si nos ayuda a recordar que la fe también lo es», concluye.
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