Al descubierto
Ángel Gabilondo: De fraile «cromañón» a candidato
Los ex alumnos del candidato del PSOE a la Puerta del Sol le recuerdan por «las leches que daba» en su vida anterior dedicada a la consagración
Hoy candidato, en el pasado fraile. O candidato después de fraile. Ángel Gabilondo, donostiarra, 1949, de raíces humildes. Es el quinto de nueve hermanos de una familia católica. Uno de ellos es el conocido periodista Iñaki Gabilondo, otra de sus hermanas, Lourdes, es misionera. Fraile, profesor, rector y político. Por desvelarse, si llegará a ser Defensor del Pueblo. De acogerse firmemente a los votos religiosos a buscar los votos decisivos que puedan auparle a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La «joya de la corona» a la que aspira para desbancar al PP tras 26 años de liderazgo autonómico.
En la actualidad ya no va a misa y su presente se encuentra muy desvinculado de la que fuera su primera carrera. Durante trece años guardó votos de castidad, pobreza y obediencia. Ingresó en el noviciado en Alsasusa con 17 años. Fue su hermana la primera en tomar los hábitos. Le secundó Gabilondo años después. como hermano del Sagrado Corazón o corazonistas, primero en Vitoria y luego en Madrid. Fue en los años ochenta cuando colgó los hábitos tras pasar una larga crisis de fe. No fue el amor a una mujer el motivo que le separó de sus creencias, según aseguran quienes le conocen. De hecho, tardó años hasta que se casó. Hoy tiene dos hijos.
Hoy se presenta como el candidato «soso, serio y formal». Quienes le conocen destacan de él su buen modo de trabajar. Sin gritos, con tranquilidad. Un hombre afable. «Una especie rara en política», le dedicó el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero el día que le nombró ministro de Educación. El eslogan cocinado por Moncloa para impulsarle a la Puerta del Sol, dista, sin embargo, muchísimo del que adoptó en un tiempo pasado, en su carrera como servidor de Dios. Desde 1966 a 1978, con sotana incluida, la opinión que sus alumnos tenían de él, dista –en parte– de la imagen que hoy proyecta el candidato socialista. Tenía, incluso, un mote. «Era conocido como cromañón por las tortas que daba y lo bruto que era», reconoce ahora un antiguo alumno corazonista a LA RAZÓN. «Fíjate en sus manos», inciden. «Cromañón», así era el mote que idearon sus alumnos «por las leches que daba», según aseguran ex alumnos. No era sorprendente, revelan, pues era el modo habitual que, en la última etapa del franquismo en España, donde la disciplina era muy estricta y eran frecuentes castigos físicos o bofetadas. El método docente, dicen, era «la letra con sangre entra». Algunos de sus ex alumnos explican que los castigos físicos eran habituales en aquella época y que incluso algunos padres sacaron a sus hijos del colegio por este motivo. De hecho, el periodista Iñaki Gil en un artículo en «El Mundo» aseguraba que «Gabilondo pegaba poco, muy poco». Sin embargo, que no hiciera nada frente a las palizas que otros profesores si proferían a sus alumnos, se saldó con el reproche constante a Gabilondo por aquella época. Sus ex alumnos le recuerdan, a pesar de estos episodios con bastante cariño y destacan las tardes que pasaban jugando al fútbol, una de sus pasiones. Reconocen que a su paso por los corazonistas «dejó huella». «Era alto, llevaba el pelo largo y se arremangaba la sotana para jugar al fútbol».
El mote de «cromañón» nunca ha sido ocultado por el candidato socialista. De hecho, el mismo desveló tiempo atrás que sus alumnos también idearon otro apodo que sumar a la lista. «El clorofilo». Dice que el primero se correspondía por la «forma física» –en referencia a su gruesa mandíbula– mientras que el segundo correspondía a su atiendo habitual. Llevaba zapatos verdes, pantalón verde, camisa verde... De primitivo tengo la aspiración a la sencillez», presumía. Y es que algo que caracteriza a los frailes es su sencillez Además de los testimonios de sus ex alumnos, de su pasado dedicado a la vida consagrada también quedan como vestigios dos obras religiosas; catecismos. «Enséñanos a Amar» y «Mes del Corazón de Cristo». En el primer texto encontramos sentencias –escritas en plena época franquista– como «si los que gobiernan las naciones son buenos y se entregan a su pueblo para conseguir un reinado de libertad, respeto mutuo y paz, los súbditos les deben obediencia y colaboración para luchar contra las fuerzas que se oponen a la justicia y felicidad de las naciones».
En los ochenta, cuando abandonó la vida religiosa, se licenció en Filosofía. Su pasión por los textos de Hegel y el pensamiento contemporáneo francés le llevaría más tarde a ser presidente de la Conferencia de Rectores Universitarios. Su lema de campaña es un símil con la política que trata de hacer ahora. «Hacer universidad de otro modo, sin exclusiones, innovadora y que se involucre en lo social». Hasta su nombramiento como ministro en 2009 era profesor de Metafísica,–ostentó el título más alto de la Universidad como catedrático en la materia– Hermenéutica y Teorías de la Retórica y de Pensamiento Francés. Como ministro de Educación fue el impulsor del Pacto Social y Político por la Educación.
Hoy se sitúa de nuevo en la primera línea, a pesar de no ser este su deseo. Algo que en el PSOE sabían, pero el adelanto electoral no dejó margen de maniobra. Él se veía en la recta final de su paso por la Puerta del Sol y esperaba la renovación del Consejo General del Poder Judicial para optar después a Defensor del Pueblo. Una puerta que no tiene cerrada tras las elecciones regionales.
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