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El personaje

Carmen Navarro: «Los miedos nos hacen envejecer, son de las peores cosas que tenemos»

Madrileña del barrio de Salamanca. Empresaria y pionera en el mundo de la estética su carrera ha evolucionado al ritmo de la ciudad y recuerda: «Antes nos conocíamos todos»

Carmen Navarro, empresaria propietaria de clínicas estéticas. Cristina BejaranoLa Razón

Guarda los secretos de belleza de casi media España. Dice que es «gata, muy gata» y es que nació en la calle Hermosilla con Velázquez, de padres madrileños y, recuerda que entonces, en el centro, había un bulevar donde de niña solía saltar a la comba. Fue al colegio de las Ursulinas y en la iglesia de la Concepción la bautizaron y también se casó.

Su carrera empresarial empezó en 1973 y ha crecido al mismo ritmo que la ciudad. Recuerda que entonces, que «si ibas al barrio de Arguelles te encontrabas con toda la zona militar» y por otro lado «los estudiantes».

Entre risas, dice que su padre no era un visionario ya que solía decir eso de que sus hijas no trabajarían nunca. Y, sin embargo, «todas han trabajado».

Hizo secretariado hasta que un primo suyo, que era médico, le instó a hacer un curso de estética con una prima que hacía depilación eléctrica. «Me animó a hacer un curso con su mujer y así es como conocí el mundo de la estética, y me encantó, me lo pasaba fenomenal y toda la energía que tenía la volqué ahí». Y es que el abuelo de Carmen Navarro era radiólogo, y fue pionero en el mundo de la depilación eléctrica con ultrasonidos. Dice que su abuela tenía siempre la zona del labio quemada por culpa de las agujas que entonces se empleaban.

La «honestidad y la constancia» cree que son claves para haber llegado donde está porque «lo difícil no es llegar, es mantenerse. He ido creciendo poco a poco y, en principio lo que menos me podía imaginar es que fuese a hacer lo que he hecho». Cuando comenzó «no tiene nada que ver con lo que la profesión es hoy en día, porque, aunque te enseñaban a hacer faciales y corporales no aprendías a ser empresaria». «Mi padre creía que lavaba caras», y no le gustaba demasiado la idea.

¿Y la pandemia nos ha hecho envejecer? «Yo creo que sí, yo me encuentro peor», dice sonriente. Asegura que las mascarillas hacen bolsas, te marca el naso geniano, y estamos recibiendo problemas de piel por la zona que tapa la mascarilla. «Claro que hemos envejecido y la cabeza influye mucho en ese envejecimiento». Además, recuerda que todo esto «nos ha cambiado la vida». Y es que, después de tantos años trabajando pensó «cómo un bicho de esos iba a tirar todo de un plumazo».

Advierte de que ahora, con las mascarillas todos miramos más a los ojos y también las cejas y por ello se ha disparado el «microblading». «Es importante porque nos enmarca la mirada, pero nos ha cambiado un poco la visión. La gente, como está todo el día con videoconferencias, nos vemos fatal, y quieren mejorar y eso se ha notado. Porque puedes ponerte un filtro, pero al natural nos seguimos viendo tal y como somos».

Afirma que una de las cosas que hacen que se note más el tiempo es la política porque «los miedos nos hacen envejecer, son de las peores cosas que tenemos los seres humanos; porque el político tiene que dar soluciones a problemas, y el creer que lo hace bien o mal envejece mucho». Como ejemplo recuerda el caso lejano de Adolfo Suárez cómo entró y salió o Felipe González: «Entran jóvenes y salen mayores, con ojeras...» ¿Y a quién metería en la máquina del tiempo? «Los metería a casi todos».

Aunque, con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida no cree que nada de eso sirva para «hacerle crecer». «Me cae muy bien, es un alcalde fenomenal, partiendo de esa base, es de los pocos políticos que hay más consecuente. Porque hay que pensar y actuar de la misma manera; y tenemos a Angela Merkel que, estando en el Gobierno, ella seguía yendo al trabajo andando, y haciendo la compra a diario. Eso es una buena presidenta, actuar de la misma manera que se piensa».

Dice que una de las cosas que ofrece siempre es «honestidad. Te podré decir si me pides algo si voy a conseguirlo o no». Ahora, se ha embarcado en una cosa que llama «prospección». ¿Y en qué consiste? «No ver solo a la clienta en cómo está actualmente sino cómo va a evolucionar en los próximos años para poder seguir llevándola». Para ello se fijan en su parte ósea, lo que puede perder en grasa, lo que se puede descolgar...

Navarro también es como un «detector de mentiras» faciales y es sincera: no todo vale para todo el mundo. «Hay personas a las que no se les puede poner bótox porque según la edad se dispara la ceja como una bruja».

Una de las cosas que más orgullosa le hace sentir es el haber sabido darse cuenta de la importancia de la comunicación y estar cerca de la gente: «Puedes ser buenísima o estupenda, pero si no te conoce nadie, de poco sirve».

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