Tesoros

La joya del Museo Nacional de Artes Decorativas: una cocina valenciana de tres siglos junto al Retiro

Su directora, Sofía Rodríguez, nos descubre los detalles de esta sala que fue trasladada, azulejo a azulejo, desde un edificio de la Calle del Mar de la capital del Turia

Sofía Rodríguez Bernis - Directora del Museo Nacional de Artes Decorativas en la Cocina Valenciana.
Sofía Rodríguez Bernis - Directora del Museo Nacional de Artes Decorativas en la Cocina Valenciana.Alberto R. RoldánLa Razón

Basta con poner un pie dentro de esta sala para teletransportarse a la costa valenciana tres siglos atrás y que el tiempo se detenga. La cuarta planta del Museo Nacional de Artes Decorativas alberga su joya más valiosa o al menos la más visitada y reclamada por las personas que acuden a conocerlo. La cocina valenciana no es exactamente una cocina al uso, es un espacio recubierto de azulejos con representación de personajes a escala real, que reproducen cómo una dama va a ofrecer un chocolate en su casa. Este tipo de conjuntos son muy poco habituales y este en concreto, llegó al museo en los años 40 del siglo pasado.

Lo hizo de forma directa, se desmontó azulejo a azulejo, de dónde estaba instalado en un edificio de mucho empaque de la Calle del Mar, muy cerca del Mercado Central y de La Lonja de Valencia. La casa en la que se encontraba se iba a derribar por lo que el museo decidió adquirirlo al completo. «Es una escena de la vida cotidiana real, no hay manipulación. Generalmente en los museos de artes decorativas de la vida cotidiana cuando hacen una reconstrucción de ambientes muchas veces las evocaciones son un tanto fantásticas, en cambio aquí, lo que se está representando es un lugar dónde se va a servir un chocolate o una merienda cena con los más íntimos», asegura Sofía Rodríguez, directora del museo en entrevista con LA RAZÓN. Ahí se encuentra la clave de su éxito, el poder de evocación que tienen los conjuntos que verdaderamente mantienen su disposición o su carácter original.

Este tipo de meriendas adquieren sentido si se tiene en cuenta que la alta sociedad del siglo XVIII sentía afición por las costumbres del pueblo, como algo exótico y lúdico. Se ofrecían por las tardes y a veces, se prolongaban hasta por la noche y constaban de dos servicios, compuesto por distintos alimentos y perfectamente representados en sus azulejos: el primero, con sorbetes de diferentes sabores que acompañaban de distintos dulces y un segundo, caliente, que era el chocolate y que cuando era especialmente ilustrado podía ir acompañado de productos salados, sobre todo volatería. Las escenas de cada pared están concebidas de manera independiente, pero se combinan generando un programa de aspecto uniforme.

En uno de sus lienzos, se muestra de forma anecdótica la relación entre la señora y el servicio. Esta, aparece supervisando el refresco y junto a ella, su esclava negra -muy bien vestida-, lo que entonces era sinónimo de riqueza. Otra escena destacable es la de una criada que parece representar a la superior de todas ellas y que aparece regañando a un mandadero que parece venir tarde de la compra. En otras escenas podemos ver a diferentes criados, sirviendo los distintos servicios y de los que sorprende también su vestimenta, pues van «de punta en blanco» con una indumentaria similar a la de los señores. Los animales también ocupan un espacio importante en esta representación, «hay mucho gato, porque dónde había gatos no había ratones», confiesa Rodríguez, varios de ellos parecen intentar robar los comestibles y al que uno de ellos una de las criadas intenta alcanzar de forma divertida con un mortero.

Sofía Rodríguez Bernis - Directora del Museo Nacional de Artes Decorativas en la Cocina Valenciana.
Sofía Rodríguez Bernis - Directora del Museo Nacional de Artes Decorativas en la Cocina Valenciana.Alberto R. RoldánLa Razón

Destacable es la similitud que hay entre muchos de los personajes que lo conforman y esto es así pues se hacían con plantillas intercambiables que después remataban con detalles a mano alzada. La parte superior está dedicada a alimentos y utensilios propios de una cocina de este siglo, algo bastante poco común en una escena de una recepción dónde los señores de la casa queden representados junto a ellos. «Nos muestra un mundo que está algo alejado de la corte de Madrid pero que por eso es más extraordinario que tengamos tanta información de todo lo que había en esa casa», asegura la directora.

Esta cocina llegó sólo una década después de que el Museo Nacional de Artes Decorativas llegase a este palacio ubicado en el número 12 de la calle Montalbán para convertirse en museo con edificio propio. Antes se encontraba en la calle Sacramento, justo detrás del antiguo Ayuntamiento de Madrid, donde ocupaba un piso de grandes dimensiones, pero la falta de espacio, que siguen arrastrando hasta día de hoy, propició su traspaso. «Las colecciones crecen, un museo de la vida cotidiana tiene materiales tanto de lujo – de alto precio- como de la vida cotidiana corriente que a veces son más complicados de encontrar, no obstante a media que nos acercamos a la época actualhay más objetos de consumo y eso tiene que estar representado en un museo como este», confiesa Rodríguez.

Actualmente, más de 60 salas albergan una gran parte de los 70.000 objetos con los que cuenta el museo. 25 de ellas están dedicadas a la colección permanente, 13 a las temporales y otras muchas son empleadas como almacén. Las primeras y ordenadas de forma cronológica reúnen actualmente una planta dedicada a la España de los Austrias, desde finales del siglo XV hasta el XVII, con algunas interpolaciones de piezas españolas de piezas más recientes que puedan tener relación con la tradición. Otra a la Ilustración del siglo XVIIIy en parte al siglo XIX, la cultura española en el contexto de la cultura internacional y una última, que alberga la Colección de Diseño de Vanguardia Internacional.

Sofía Rodríguez ha sido subdirectora del museo en tres ocasiones y lleva al frente de él desde 2011. «He trabajado en otros pero siempre he vuelto. Eso quiere decir que el contenido de este museo me interesa especialmente», confiesa. Para la directora museos como este tienen la posibilidad de trabajar de otra manera, no solo como los museos tradicionales con una política de acopio de colecciones que puede ser más o menos ambiciosa, sino que también ofrecen una oportunidad que es tener menos presión para poder trabajar para ser museos más sociales. Desde hace años, trabaja junto a otros museos y el Ministerio de Cultura para ahondar en la responsabilidad que tienen como instituciones públicas y además insisten en la capacidad para ocuparse de esos otros perfiles de público que no tienen tanta facilidad para acceder a los museos.