Tesoros en los Museos
La Neomudéjar: una nave ferroviaria vanguardista
Conocemos junto a Néstor Prieto, cofundador de este Centro de Artes de Vanguardia, la historia de este espacio escondido muy cerca de la Estación de Atocha
Muy cerca de la Estación de Atocha su aparente aspecto exterior de abandono de lo que un día fueron dependencias de Adif no hace justicia a lo que podemos encontrar en su interior: El Museo Centro de Artes de Vanguardia La Neomudéjar. Antes de que Néstor Prieto y Francisco Brives, fundadores de la empresa de gestión cultural Art House Madrid lo hiciese posible, hasta los años 90 este edificio acogió trabajadores, fue usado como almacén y escenario de algunos rodajes cinematográficos. «Buscábamos un espacio propio donde desarrollar nuestras actividades y dimos con este. Son cerca de dos mil metros cuadrados por lo que en origen abrimos solo la mitad y dos años más tarde lo hicimos por completo», confiesa Prieto a LA RAZÓN. Un proyecto cuyo crecimiento ha sido orgánico y que requirió una potente inversión pues el estado en el que lo encontraron fue muy vandalizado, sin luz eléctrica ni fontanería.
Desde el comienzo para ellos fue fundamental la preservación de la memoria, por eso, han querido mantener su nombre original, «La Neomudéjar», con el artículo incluido porque es cómo los ferroviarios llamaban a esta nave. Así como el de los diferentes espacios con los que cuenta como la carpintería, hojalatería, fragua o maquinaria de día. Nada más cruzar sus puertas encontramos la primera. Un espacio muy peculiar porque tiene en sus paredes toda la narración de memorias del propio edificio, y que para poder conservarlo, desde su apertura, tomaron la decisión de colgar los materiales de la exposición actual. Hasta el pasado 24 de julio esta sala acogió «Del cuerpo a la carne», una exposición de Cheril Linnet sobre la yeguada latinoamericana. Un colectivo de artistas chilenas que utilizan la performance como herramienta de expresión para denunciar violaciones y feminicidios: un problema que afecta a toda la región y que denuncian de una forma tan dura y cruda que no da lugar a equívocos. Desde el día 27 y hasta el 11 de septiembre lo hará con la exposición de pintura y escultura de Xabier Egaña. «Se trata de un artista vasco de larga trayectoria. En sus orígenes fue fraile y tiene un trabajo muy contundente y de denuncia», explica Prieto. Su obra pictórica se caracteriza por ser de gran formato y pesada, elaborada a través de muchos elementos en los que se encuentran la pintura y el hierro, entre otros.
Estas son sólo dos ejemplos de las líneas de trabajo que están siguiendo desde sus inicios. Por un lado, feminismo y todo lo relacionado con el colectivo LGTBIQ+ sumado una amplia labor de investigación para el «rescate» de artistas de una época concreta, que cuenten con una amplia trayectoria detrás y que a pesar de ello, han sido olvidados de alguna forma por la museografía en general. «Especialmente en los años 70 y 80 son numerosos los artistas que han seguido trabajando y que su presencia en los museos ha perdido peso mientras que sus obras han ganado en calidad», confiesa el co-fundador del Centro de Artes de Vanguardia.
Otra de sus salas que no tiene desperdicio es «la hojalatería» donde encontramos, aunque bastante deteriorado, el suelo de madera original siendo esta la única sala del edificio que lo conserva. Allí se elaboraban entre otros elementos de hojalata los farolillos que utilizaban los ferroviarios. Aunque más que como una fábrica de creación de utensilios, los últimos ferroviarios lo utilizaron como taller, es decir, se les daba formación en hojalata, carpintería o fragua para que pudieran aplicarla en los diferentes espacios. O la de archivo material, dónde aún conservan el mobiliario que antiguamente usaban para el almacenaje de piezas. Allí almacenan todo el material ferroviario que hemos ido encontrando y que todavía no han colocado en un lugar específico. Por eso podemos encontrar desde semáforos de estaciones, cascos de los ferroviarios, monos de trabajo -algunos los han donado al Museo del Ferrocarril-, electrificación y telégrafos. Cómo último detalle especial, construido por arquitectos franceses los carriles de tren completamente roblonados imitan los perfiles de arquitectónicos y en ellos se puede apreciar la datación de estos y el número de vía que hacía referencia a dónde debían ser colocados.
Pero sin duda, la joya de la corona es el motor de barco reconvertido en generador de electricidad de mediados del siglo XIX con el que cuentan. Construido por Atlas Diesel, una empresa sueca célebre que, entre otros motores construyeron los del Titanic, La Neomudéjar mantiene el contacto con su Fundación pues en uno de sus dos museos de Estocolmo cuentan con un motor como este pero en funcionamiento. «Nos costó bastante identificarlo porque la placa de cobre donde debería aparecer reflejado el modelo había desaparecido cuando llegamos al edificio. Necesitamos la ayuda de un técnico, quien a través de diferentes elementos logró localizarlo», cuenta Prieto.
Puede recordar a los que hay en la Nave de Motores de Metro, pero este es más antiguo y cuenta con dos volantes: una rueda que generaba la electricidad y otra de inercia que lo que intentaba era impedir que se rompiese la primera. Tampoco tiene embellecedores, luce como en sus orígenes y todo está a la vista para recordar también de ese modo esos años en los que podía oírse su sonido estridente y este motor generaba la electricidad que servía de apoyo y daba servicio eléctrico a la estación de Atocha y a los talleres ferroviarios que existían allí.
✕
Accede a tu cuenta para comentar