Gastronomía
El restaurante de la capital con productazo a la madrileña y un guiño catalán que no debes perderte
Daniel Roca se trae casi íntegra su carta barcelonesa hasta el barrio de Salamanca. La carta de Barra Alta no es demasiado amplia, pero es infalible
Hay lugares comunes que, por fortuna, no se cumplen. Y uno de ellos, que se repite bastante en la villa y corte, es que los restaurantes catalanes no tienen mucho predicamento entre los madrileños. Y eso no es así. En los últimos tiempos, nos congratulamos del éxito capitalino de tipos y grupos de origen catalán, como Rafa Peña (que triunfa como la Coca-Cola en su Gresca del Santo Mauro), la familia Gotanegra (que nos trajo su Estimar del brazo de Rafa Zafra) o José Carlos Fuentes, de Club Allard y cofundador de ese sitiazo que es Don Dimas. La política debe quedarse en los diarios y los hemiciclos, porque si algo nos une y reconcilia a los ibéricos es el gusto por la gastronomía. Por eso celebramos, gozosos, que Barra Alta abra sucursal en nuestra ciudad.
Barra Alta. Dónde c. Lagasca, 19 Reservas thefork.es
Daniel Roca se trae, casi íntegra, su carta barcelonesa hasta el elegante barrio de Salamanca. La fórmula es similar a la de la Ciudad Condal, pero con una presencia destacada de principales, porque aquí somos de picoteo al centro en los entrantes pero de acaparar los platos fuertes. Allí comparten todo. En Barra Alta hay un producto de muchísimo nivel, sin tratamientos excesivos para dar el protagonismo a lo que verdaderamente lo tiene. Es lo que ellos llaman “de sota, caballo y rey”, sencilla y rica. En el nuevo espacio, además, los precios no obligan al comensal a vender sus muy preciados riñones. Que la pela es la pela, esté usted en Ensanche o en Retiro.
La carta no es demasiado amplia, pero es infalible. Para abrir boca, debemos caer en la tentación de sus ostras, estupendas, de Huitres Poget, con todo el sabor de Normandía. Roca y su equipo las ofrecen al natural, encevichadas (con kimchi y cilantro), en escabeche, tibias con salsa teriyaki, velo de panceta y huevas o en tempura. Si seguimos con los bocados fríos, destacan su cremoso tartar de bogavante y vieira, el ceviche de corvina o la ventresca de salmón Carpier, jugosa y tierna.
De los entrantes calientes, no se pierdan el brioche de calamarcitos (un guiño al bocata madrileño) con roast pork de Joselito, los buñuelos de bacalao o las sedosas croquetas, de dos tipos: de boletus con velo de panceta ibérica Casalba o la de carnes rustidas con foie Rougié, que es el campeón en este manjar francés. Si pasamos al rico capítulo de platos principales, el alivio de temperaturas de estos días invita a degustar la caldereta de bogavante con trompetas de la muerte y colmenillas: podrán quitarnos la playa, pero no lo que nos da. Y claro está, por llamativo y delicioso, su gallo de costa estilo thai, que se sirve con sus espinas (que, por supuesto, se comen) y con una variedad de salsas asiáticas que le sientan de miedo para aligerar.
La bodega, por supuesto, está a la altura de esta elevada barra. La jefa de sala y sumiller, la madrileña Cristina Fernández, está al mando de la cava, con una selección muy equilibrada compuesta por más de 70 referencias. Los postres siguen esa filosofía de apariencia sencilla y espíritu sorprendente. Apunten estas dos sugerencias para un final feliz y goloso: el melón osmotizado con vermut, queso crema, menta y pistachos o la tarta de queso, con cuatro variantes de este regalo lácteo que Dios le hizo a la humanidad. Y gocen de esto a la carta o a través de sus dos menús (56 euros): el Madrid, con cuatro entrantes a compartir, un plato principal individual y un postre, o el Barcelona, con siete pases y final dulce. Si es que, cuando de comer se trata, nos podemos poner de acuerdo.
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