Historia
Lamarca, el “concesionario” más deseado de los coches de caballos de Madrid
El edificio -reformado-, es todo lo que queda de un pujante negocio: el de los carruajes de tracción animal
No estuvo siempre en el mismo lugar, pero su nombre era sinónimo de la mejor calidad en cuanto a coches de caballos en Madrid. Lamarca fue uno de los constructores de carruajes más importantes de Madrid. Un transporte fundamental en aquel tiempo del que nos quedan contados “restos” de aquellos usos. Su taller estaba en la calle de Barquillo desde 1846, en un amplio solar, y en un edificio que las crónicas de la época calificaban de «edificio elegante», «con más aspecto de palacio que de fábrica».
Esta fábrica, todo en favor del cliente, contaba con grandes almacenes de hierro, acero y madera así como talleres de carpintería, de herrería (contando con cuatro grandes fraguas), de ensamblaje, de pintura, de tapicería, y de barnizado.
Un buen hacer de «Lamarca Hermanos» que le llevó a su mayor desarrollo, momento en el que se convierten en proveedores oficiales de la Casa Real
Al fin y al cabo, estamos en un fin de siglo crucial en el que aparecen nuevos medios de transporte, como el ferrocarril y el tranvía. Con todo, el incremento de los transportes por carretera al concluirse la red de carreteras del Estado que partían de la capital, de los viajeros que entraban y salían de la Corte y de la movilidad urbana en su sentido más amplio, las posibilidades de ampliación del negocio estaban cantadas.
El vehículo más común por las calles de la capital era el carruaje de alquiler. Se trataba de los famosos “simones”, llamados así en honor a su creador, Simón González, que procedían del embargo o subasta de algún noble venido a menos. Aquel Madrid del XIX era un escaparate de coches, en los que las señoras y caballeros podían dejarse ver por los alrededores de la Puerta del Sol, el Buen Retiro y el Paseo del Prado.
A mediados de siglo circulaban por Madrid hasta veinticinco modelos de carruajes de tiro. Además de los más populares como las berlinas, las calesas y los landós, hubo otros menos conocidos como los charavanes, tílburis, chartaumberts, breogs, bastardas, bombés, breaks, briskas, coupés, sociables, victorias, milords, duques, arañas, pitters y los vis a vis.
En cuanto a la fabricación de los mismos, la primera producción de carruajes en Madrid se llevó a cabo desde 1814 en la Real Fábrica de Coches de Sus Majestades, ubicada en la Plaza de Lavapiés. También, desde1845 y hasta 1860, funcionó en el Paseo de Recoletos, El Gran Taller, que llegó a ser la mejor fábrica de coches del país, llegando a emplear a 200 obreros y construyendo más de 300 coches al año.
Finalmente, el industrial Tomás Lamarca, uno de los constructores de carruajes más importantes de Madrid, contaba desde 1849 con una fábrica de carruajes en la Calle de Barquillo. Al fallecer, sus hijos Francisco y Joaquín continuaron el negocio, renombrando la empresa como “Lamarca Hermanos” y llevándola a su mayor desarrollo.
La empresa gozaba de gran prestigio. La familiaLamarca fabricaba y reparaba todo tipo de vehículos, coches de paseo para los aristócratas, de gala para la Comisión de Gobierno del Congreso de los Diputados y carrozas para la Casa Real.
En sus talleres se montaron entre otras, con piezas traídas de Francia, la berlina en la que Juan Prim sufriría el atentado que acabó con su vida el 27 de diciembre de 1870.
Esta fábrica contaba con grandes almacenes de hierro, acero y madera así como talleres de carpintería, de herrería (contando con cuatro grandes fraguas), de ensamblaje, de pintura, de tapicería y de barnizado.
En 1902, los hermanos Lamarca encargaron la construcción de un nuevo inmueble que combinara taller y vivienda. El arquitecto elegido para levantarlo fue Santiago Castellanos, autor, entre otros, de inmuebles como el Hospital del Niño Jesús. El resultado fue este edificio ubicado en la Calle Fernando VI, número 10. Mezcla de estilos neoclásico y modernista, se convirtió en todo un referente de la arquitectura industrial madrileña de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, de la que desafortunadamente hoy quedan muy pocos ejemplos en pie.
Actualmente, este singular espacio se ha reconvertido en viviendas y tiendas de lujo, como uno de los lugares más deseados del exclusivo barrio de las Salesas. Los talleres y espacios interiores fueron demolidos y hoy tan sólo se conserva la fachada, símbolo de una época, antesala del automóvil, que transformaría para siempre los hábitos ciudadanos y el paisaje urbano de Madrid. Un concesionario de otra época y para otros “coches”.
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