Educación
Un día en las aulas hospitalarias del Niño Jesús de Madrid
El hospital infantil forma parte del programa de la Comunidad de Madrid da continuidad al aprendizaje escolar de los niños ingresados
El padre de Alba –nombre ficticio– acaba de llevarle un vaso de agua. Ella se lo bebe mientras comparte mesa con otros dos pequeños en un aula decorada con motivos botánicos. Está estudiando inglés, algo que no le acaba de hacer gracia. “¡Vete ya!”, le dice a su padre, que se ríe. Antes de salir, el padre de esta niña de segundo de Primaria advierte desde la puerta: “Vais a tener mucha tela aquí, porque le encanta hablar”. “¿Los padres están en cualquier colegio? Pues aquí tampoco quieren que estén. Es su lugar”, dice a LA RAZÓN Miguel Pérez, director del Colegio Hospital Niño Jesús de Madrid. Y es que este no es un centro como los demás. La clase en la que están esta pequeña y sus compañeros se encuentra en el área de oncología infantil del hospital madrileño, y forma parte de las aulas hospitalarias a través de las que la Comunidad de Madrid proporciona atención educativa a los alumnos hospitalizados para dar continuidad a su proceso de enseñanza y aprendizaje y, fundamentalmente, para evitar el retraso escolar que pudiera derivarse de su situación.
Los adolescentes, afirma Pérez, suelen ser más demandantes, porque a esa edad perder clases empieza a tener repercusiones importantes. “Por ejemplo, cuando tienen que prepararse para la EBAU”, indica. “También puede ocurrir que los pacientes, aunque no estén ingresados, vengan al hospital de día a recibir su tratamiento, así que no pueden asistir a clase en sus centros, y en esos casos también se les proporciona aquí ese servicio”, explica. Ahora mismo, el Hospital Niño Jesús atiende 213 plazas cama, que se traducen en alumnado de 3 a 18 años. Esto, en el curso, supone unos 1.500 alumnos. “El año pasado fueron unos 1.940, porque hay mucho movimiento: desde estancias más largas, como son las salas de oncología o de daño cerebral, en el que el tratamiento total es de 18 meses, o las salas de psiquiatría, que son tratamientos de medio a largo plazo”, añade.
El funcionamiento de estas aulas hospitalarias va de la mano de los propios colegios. “Somos como los ojos, los oídos… los que llevamos a cabo el trabajo de los tutores que están con sus compañeros en el colegio, pero aquí, en el hospital”, asegura Pérez. Para ello, mantienen un contacto constante con los centros, siguiendo, así, la programación de cada uno de los niños, independientemente de si sus colegios son públicos, privados o se encuentran fuera de la Comunidad de Madrid. “Al ser un centro de referencia, aquí hay niños de toda España”, asevera el director, que lleva diez años en este trabajo. “Venir aquí es algo que se solicita de manera voluntaria, pero hay que cumplir una serie de requisitos”, explica. En su caso, aunque ha pasado “por todas las unidades habidas y por haber”, comenzó en la de Daño Cerebral Adquirido, con niños que, a causa de accidentes, tumores o incluso ictus –una patología asociada a los adultos pero que, tal como señala el director del centro, ha aumentado “increíblemente” durante los últimos años en niños muy pequeños– han sufrido lesiones cerebrales que han dejado secuelas.
“Aquí tenemos 16 servicios hospitalarios donde entramos a trabajar, en los que hay varias especialidades médicas: desde Oncología para pequeños y para adolescentes, Trasplantes, hospitales de día, Neurología, Traumatología, Psiquiatría... Cada una de las aulas está dentro de ese servicio”, explica Pérez, apuntando, a su vez, que las modalidades en las que se atiende a los alumnos pueden ser dos: “Por un lado, los niños que están en condiciones médicas que lo permitan, pueden ir al aula y socializar con el resto de compañeros; y, los que ese día no pueden salir, los atendemos en su habitación”. Ejemplo de ello es el caso del área de Psiquiatría. “Para ellos, ir a clase es un premio”, dice Pérez. En esta zona hay, sobre todo, adolescentes en los que han hecho mella los Trastornos de la Conducta Alimentaria. “Los primeros 15 días del tratamiento tienen que estar aislados. Una vez evolucionan ya pasan a estar en el aula con los demás”, afirma Pérez. “Con ellos haces un seguimiento de, prácticamente, todo el curso”, añade. Pero también hay salas de corta estancia para, por ejemplo, aquellos que están una semana ingresados. “A estos pacientes también les atendemos, no solo por el hecho educativo en sí, que es importante, sino porque para ellos es una motivación el poder salir de la habitación, compartir con otros chavales, socializar…”, dice. “O, al menos, para que, durante el tiempo que están trabajando, haciendo cosas del colegio, no están pensando en el proceso por el que están pasando”, añade.
En contacto con sus compañeros
El temario para unos alumnos que no pueden estar toda la jornada estudiando como en el colegio, o que puede que algunos días no se encuentren bien, se prepara de manera distinta a los colegios convencionales. “Somos un colegio de Educación Especial, por lo que nosotros lo que le pedimos a los profesores no es tanto una programación anual de cada asignatura, porque no nos sirve de mucho, sino que nos centramos en lo que son los estándares fundamentales de aprendizaje para poder superar el trimestre o el curso”, expone Pérez. “También hay que tener en cuenta que no es lo mismo dar una clase con 25 o 30 niños que con cinco o seis, o, muchos días, solo en tu habitación. Entonces eso se aprovecha muchísimo más”, añade. Pero, sobre todo, lo que se intenta es que los niños y niñas no pierdan el contacto con su centro de referencia, especialmente cuando son medias o largas estancias. “Si tienen que hacer un trabajo en grupo, por ejemplo, pedimos a los tutores que los sigan integrando en la clase, porque ahora, con todas las tecnologías, es algo totalmente factible”, asegura el director. Después, la aportación que han tenido ellos en el trabajo se la muestran los compañeros a los tutores. En cuanto a los exámenes, los niños del hospital hacen las pruebas igual que sus compañeros de clase, pero adaptadas. Es decir, “a lo mejor la hace en otro horario o en más de un día por las condiciones en las que está”.
Todo eso que se hace se devuelve al colegio, desde las actividades hasta los exámenes, para que lo corrijan los profesores del centro. Pero cuando los niños salen de alta el trabajo no acaba. “Tenemos que hacer orientación sobre cómo recibir a ese alumno en clase y con la mayor naturalidad posible, aunque también es cierto que muchas veces los niños se toman las cosas mucho mejor que nosotros o con más naturalidad”, reconoce Pérez. Y, en muchos casos, hay otro paso más: el profesor de atención domiciliaria, que también pertenece a los equipos de los hospitales. “Es un trabajo muy coordinado, como un engranaje de una fábrica, en el que todo el mundo está muy concienciado de lo importante que es que todo funcione para que los niños puedan aprender a pesar de lo que están pasando”, asevera Pérez.
Tranquilidad para las familias
“Ya se va conociendo un poco más, pero cuando entré aquí muchas familias se sorprendían”, asegura el director. “Los niños me miraban con cara rara cuando les decía que había colegio en el hospital”, recuerda, “pero las familias sí que se ponían muy contentas”. Sobre todo, asegura, es un gran alivio, porque son conscientes de que su hijo va a poder seguir en contacto con una realidad tan importante como es el colegio. “Para un niño lo importante es la familia y el colegio, así que darles eso durante el proceso de hospitalización es un aliciente que les ayuda a desconectar de todo lo que son las visitas del médico, las pruebas, los pinchazos… Y psicológicamente para los niños que se pasan aquí meses es muy positivo tener ese punto de cotidianidad que les mantiene unidos con la vida más allá del hospital”, subraya. Además, aquí no solo se dan clases. “No podemos ir de excursión, pero tenemos un teatro donde organizamos talleres, actividades complementarias… colaboramos con otros colegios que nos hacen la función de Navidad o a final de curso una obra de teatro”, explica Pérez, cuyo principal objetivo ha sido convertir este centro en un colegio más del Distrito Retiro.
“Todos lo que se ofrece como actividad complementaria a los colegios de la zona hemos conseguido que vengan también aquí, lo cual dota de cierta normalidad el día a día, sacándoles un poco de ese aislamiento”, apunta. Las aulas han llegado, de hecho, hasta la sala de cuidados paliativos. “Sabíamos que era complicado”, reconoce. De hecho, “mucha gente nos ha preguntado que para qué estamos ahí”. Sin embargo, como la mayoría de los 14 profesionales que trabajan en el aula hospitalaria del Niño Jesús son especialistas en pedagogía terapéutica, es decir, en niños con necesidades educativas especiales, lo que hacen es estimulación multisensorial a través del tacto, canciones, la voz… De tal modo que, como señala Pérez, “el tiempo que les pueda quedar, sea mucho o poco, sigan aferrados a este mundo”.
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