Hispanidad 2023

Una Comunidad con acento ecuatoriano

Conocemos a algunos de los 33.405 que viven en Madrid con motivo de la Hispanidad 2023

Milena Clova, artesana de joyería. © Jesús G. Feria.
Milena Clova, ofrece piezas artesanas creadas a base de tagua © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Si hay algo que caracteriza a Madrid es sin duda su gran capacidad de acogida. Ejemplo de ello es la gran cantidad de inmigrantes que la escogen como su nuevo lugar de residencia, donde encontrar oportunidades o empezar una nueva vida. De los 6,7 millones de habitantes con los que cuenta la Comunidad de Madrid, cerca de 1,4 millones han nacido fuera de España y alrededor de 840.000 provienen de Hispanoamérica. Lejos de sus países de origen, la celebración estos días de la Hispanidad es el mejor momento para celebrar los puntos de unión y diferencia entre naciones, la riqueza cultural de cada uno de ellos y como recordatorio de los motivos que les llevaron a dejar todo atrás. Detrás de cada una estas personas hay historias, decisiones que conllevan cambios, sacrificios y situaciones que no siempre son fáciles.

Llegar a un país con el que solo compartes el idioma no es fácil. Menos para una niña de solo nueve años. Milena Clova llegó a Madrid desde Ecuador hace 22 años, por decisión del que entonces era el marido de su madre. «Ahora que tengo hijos, veo de otra forma lo duro que fue ese cambio. Dejar atrás a tu familia, amigos y vida, para llegar a un país diferente, donde no conoces a nadie», explicó a LA RAZÓN. Y aunque terminó por acostumbrarse, recuerda que no le fue nada fácil adaptarse. «Mucha gente cree que, como llegas a un país en el que se habla el mismo idioma, es igual, y no, hay palabras que no conoces, una moneda que no has usado nunca… parecen tonterías, pero no deja de ser un proceso de adaptación». Sin embargo, es consciente de todo lo que esta ciudad le ha dado. «No sé si en mi país hubiese conseguido todo lo que tengo: mi marido, mis hijos, he podido estudiar, trabajar, emprender…».

Tras una temporada en paro y luchando por la conciliación familiar y laboral, nació en ella la idea de emprender. «Mi madre viajó a Ecuador y recordé que, cuando iba de visita mi abuelo, nos enviaba muchas cosas, entre ellas bisutería artesana hecha con tagua, una semilla también conocida como marfil vegetal», contó. Desde entonces, recorre con Clova, su marca, los mercadillos para, además de vender los productos fabricados de forma artesanal, acercar la historia cultural de su país de origen. «Durante un tiempo los vendí en El Rastro, pero el público era mayoritariamente extranjero. Entendí que de nada me sirve si la gente de aquí, de la ciudad en la que vivo, no lo conoce».

Milena Clova, artesana de joyería. © Jesús G. Feria.
Milena Clova, artesana de joyería. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Clova recuerda que la situación en la que llegó coincide con la que la región está viviendo ahora, un momento en el que más inmigración está llegando. «Lamentablemente conocí el lado malo de los prejuicios raciales; he vivido situaciones y comentarios desafortunados, pero soy consciente de que no se debe generalizar», confesó. Después de verse obligada a dar la cara en más de una ocasión y haber crecido preguntándose las razones de haber tenido que sufrir esas situaciones, reconoce que ha sanado. «Aún queda mucho por hacer, confió en que se mejore. Se está trabajando y afortunadamente hay mucha gente que está luchando contra esto, pero no puedo decir que haya terminado porque estaría mintiendo», sentencia. Gracias a su marca, ha descubierto el interés que despierta la historia de Ecuador entre los madrileños y cómo acaban comprando sus productos tras conocer su origen y su interés por conectar ambas culturas.

En esta fusión, dice Pablo Maldonado, ha encontrado la clave del éxito. Este chef de 41 años, llego hace más de veinte a Madrid, abrumado por la sensación de que Ecuador se le quedaba pequeño y que necesitaba evolucionar. «Mi intención era irme a Estados Unidos a estudiar artes plásticas, pero acabé en España porque tenía familia viviendo aquí», comienza a explicar. Desde bien pequeño, la cocina llamó su atención, pero no fue hasta que recibió una oferta de trabajo en la frutería en la que trabajaba cuando dio el salto a los fogones. «Trabajé en un restaurante francés, y me di cuenta de que era realmente lo que me gustaba. Desde entonces no dejé de formarme, de hacer cursos, ir a ferias… a todos los lados donde pudiese absorber conocimiento».

Restaurante ecuatoriano Chulla. © Jesús G. Feria.
Restaurante ecuatoriano Chulla. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Abrió Gastro Bar Chulla Ville, su restaurante, hace tres años, en plena pandemia. Entonces no pudieron hacer lo que querían, simplemente sobrevivir y darse a conocer en el barrio de San Blas. «Entiendo dónde estoy y soy un agradecido de donde vivo. Por eso, desde siempre opté por una cocina mediterránea ecuatoriana, no es mi línea seguir lo tradicional», explica. En la actualidad, dice sentirse muy bien en el barrio, respetado y aceptado por los vecinos, aunque hay algo que no deja de sorprenderle: «Cómo la gente está abierta a descubrir diferentes sabores y dejarse llevar». En su opinión, algo reciente y en consecuencia de lo cosmopolita que es la ciudad. «Hace diez años, esta propuesta gastronómica hubiese sido impensable, la gente era mucha más cerrada. Estoy muy agradecido a esta evolución y es muy bonito ver cómo tantas personas están interesadas en comer cosas de diferentes países en una misma ciudad», sentencia.

«En mi opinión, para el futuro de la migración, España debería ver más a Hispanoamérica, solo por la afinidad cultural, el idioma y valores históricos que compartimos, y reforzar esos lazos que durante cientos de años nos han unido», reflexiona Ernesto Hidalgo. Si le preguntas por su nacionalidad, lo cierto es que te responde que es ecuatoriano. Sin embargo, tiene también la española –su abuelo nació en Barcelona– y dice estar enamorado de Madrid, a pesar de haber llegado hace solo seis años. «Desde el principio me he sentido acogido, cómodo y contento de estar aquí, pero no quiero desligarme de mis raíces». Fue esta premisa la que le llevó a cruzar el charco: acercar el pan de yuca cultivado en Los Andes al público español. «La acogida de Pandino fue brutal, hemos participado en varias ferias, abrimos un local en Chueca que la guerra de Ucrania nos obligó a cerrar y ahora lo mantenemos como un negocio enfocado a la hostelería», apunta.

Ernesto Hidalgo, es uno de los fundadores de Pandino
Ernesto Hidalgo, es uno de los fundadores de PandinoLa Razón

Echando la vista atrás, y después de tantos desafíos, el mayor al que se enfrentó fue a la novedad de los inicios: él era nuevo, también el producto que ofrecía y la ciudad donde quería venderlo. Pero, dice, acostumbrado a una nación donde hay que «nadar a contracorriente», aquí le resultó mucho más sencillo entender el funcionamiento de la sociedad y el emprendimiento. «Sigo volviendo a mi país por trabajo y es un sacrificio. Ecuador está invivible, sumido en una espiral de narcotráfico y con diez asesinatos al día». Y añade, «son muchos los conocidos que me preguntan cómo salir, cómo es Madrid, cómo funcionan las cosas aquí... Es algo que me llena de pena, pero les entiendo». Para Hidalgo, la apertura a estos empresarios hispanoamericanos sería una ganancia para España, también para tantos que se desplazan hasta aquí para formarse y no pueden quedarse por falta de subvenciones. «Ningún país debería consentir la fuga de cerebros, es lo que nos enriquece».