Historia
El desconocido Instituto Valencia de Don Juan
Un lugar que alberga una de las más grandes colecciones privadas de arte y documentos antiguos de Europa
Es uno de esos tesoros, como edificio y contenido, que pocos conocen, y muchos -la mayoría-, ignoran. Y está en plena vorágine de Madrid. En el barrio de Chamberí y a un paso del emblemático Paseo de la Castellana. Ajeno a ese ir y venir.
El Instituto Valencia de Don Juan fue creado en 1916 por el diplomático y arqueólogo Guillermo de Osma y Scull y por su esposa Adelaida Crooke y Guzmán, XIII condesa de Valencia de Don Juan, villa del antiguo Reino de León. Un edificio que se levantó para reunir las colecciones de artes decorativas reunidas por Osma y las heredadas de los condes de Oñate y de Valencia de Don Juan.
Mención especial merece el edificio que las alberga. El instituto está en el palacete de Osma, una construcción protegida desde el año 1981, cuando fue declarado Bien de Interés Cultural. Situado en la calle de Fortuny, es obra del arquitecto Enrique Fort, allá por 1893. Un edificio de estilo neomudéjar y con azulejos de Daniel Zuloaga en el exterior, además de un bello jardín que se adivina desde la calle.
Un tesoro en sí mismo este edificio... si no fuera por lo que alberga. Y es que la biblioteca contiene una enorme colección de 710 documentos medievales en pergamino fechados entre los años 875 y el 1500, y 247 manuscritos encuadernados, con joyas bibliográficas como un Libro de Horas de Mencía de Mendoza, obra de talleres flamencos del siglo XVI. También se conservó en esta colección el famoso Códice del Toisón de Oro, ligado a la Monarquía española, vendido en fecha relativamente reciente a Patrimonio Nacional.
Asimismo, alberga ricos fondos de consulta, como son documentos referentes a los Reyes Católicos y el reinado de Felipe II, en su día al cuidado de los dos secretarios de este monarca, Mateo Vázquez y Antonio Pérez.
Esta documentación del reinado del segundo representante español de la Casa de Austria fue adquirida por Guillermo de Osma al archivo del Palacio de Altamira en la capital madrileña. Al parecer, según se apunta, su adquisición fue provocada para evitar que los lotes que quedaban salieran de España -dos cuartas partes habían sido compradas ya por las bibliotecas de Ginebra y la del Museo Británico-. Un servicio (bibliográfico) a España que permite, hoy en día, ser admirado por todos.
Pero más allá de los fondos documentales, está considerado uno de los más importantes museos españoles dedicados a las artes suntuarias. Destacan las colecciones de tejidos, cerámicas y lozas. Incomparables.
Debido a que la familia no tuvo descendencia crearon el Instituto y Museo Valencia de Don Juan para que pudiera gestionar estos inmensos fondos. Un legado que su dueño se encargó, antes de morir, de dejar "atado y bien atado”, pues no abre al público, solamente a investigadores y estudiosos que, bajo autorización, pueden acceder a aquello sobre lo que están trabajando.
Con una salvedad, dentro de la programación de la Comunidad de Madrid "Bienvenidos a Palacio”, este edificio y sus colecciones han sido admiradas por decenas de madrileños y foráneos que se han acercado a este desconocido lugar. Un espacio en el que es posible admirar cosas tan raras hoy en día como una colección de telas nazaríes o un jubón, en perfecto estado, del siglo XVI. Más allá de las antigüedades de distintas civilizaciones, de las ricas y variadas colecciones medievales o renacentistas, merece también la pena, a la hora de tener la oportunidad de contemplar este palacio madrileño, visitar las zonas privadas de sus aristocráticos dueños. Todo un ejemplo de cómo era la vida en aquel Madrid a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX. Un lugar que guarda el pasado con celo en pleno centro de Madrid.
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