Opinión
La izquierda en España: resentimiento creciente, votos menguantes
Todo vale con tal de tratar de esquivar lo inexorable: que en poco más de un mes se les viene abajo el tenderete, por mucho que los socialistas se apunten ahora a pactos constitucionalistas contra los herederos de ETA
En vez de aprender las lecciones de lo sucedido el 28 de mayo en la Comunidad de Madrid, las «gentes de progreso» han decidido transformar su rotundo fracaso en insulto y desprecio a los madrileños que han respaldado de forma abrumadora al Partido Popular en los comicios municipales y autonómicos. En eso gastan sus energías. Si hubieran leído algo de filosofía («el resentimiento es como beber veneno y esperar a que la otra persona muera», sentenció San Agustín), se habrían ahorrado alguna úlcera, en vez de ganarse a pulso la enmienda a la totalidad de lo que pregonan. Ahí están los resultados: mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, y Podemos fuera de la Asamblea de Madrid y del Ayuntamiento de la capital, como página más brillante del vuelco del poder territorial en toda España.
La candidata podemita al Gobierno regional sentenció en la noche electoral: «Al final ganaron los bárbaros». Porque, claro, lo civilización son ellos: los excarceladores de violadores, los bolivarianos, los de la doble moral ante los escraches (para ti jarabe democrático, para mí ni se te ocurra) y los de las patadas a los policías y zancadillas a candidatas embarazadas. Desde que se ha consumado esta debacle de la izquierda, en todo el amplio espectro del sanchismo nos lo repiten constantemente: hemos votado muy pero que muy mal. Así que, ante la nueva llamada a las urnas, a la desesperada, vuelven a abonarse a la propaganda tóxica sin darse cuenta de que están terminando de cavar su fosa electoral: resentimiento creciente, votos menguantes.
Si todo lo que tienen que ofrecernos en Ferraz, después de la convocatoria de elecciones generales, es ese vídeo del PSOE donde se reflota el «Prestige» como argumento estrella, es porque sus expectativas están más hundidas que el propio barco. Cuestión de días es que Franco sea llamado a escena. El empeño de la izquierda en general y, muy en particular, de Pedro Sánchez de aferrarse a esta estrategia denota su incapacidad para defender su gestión y generar propuestas y su absoluta desconexión con la realidad.
El presidente que prometió no gobernar con Podemos, no pactar con los separatistas, no acordar nada con Bildu, tipificar la celebración de referéndums ilegales, no indultar a los condenados por sedición o agotar la legislatura proclama ahora que, si él se va, «la mentira volverá a operar en política». Al mismo tiempo, nada sintetiza mejor la miseria moral del sanchismo que otra gran ocurrencia de la Moncloa para intentar salvar los muebles: la culpa de los buenos resultados de Bildu en el País Vasco la tiene Isabel Díaz Ayuso. Es lo último que faltaba en el inagotable catálogo de la desfachatez de un Gobierno desacreditado. Según esa teoría, el Partido Popular ha beneficiado a los proetarras por denunciar que llevan asesinos en sus listas mientras, en contrapartida, su ascenso no tiene nada que ver con el hecho de que Sánchez les haya otorgado el estatus de socios preferentes y les haya prestado un disfraz de hermanitas de la caridad en materia salarial o de vivienda.
Bildu crece en votos porque el ejecutivo de la nación ha blanqueado sus delitos. Peor que eso: ha liquidado los más elementales principios. ¿Culpable, Ayuso? El colmo. Todo vale con tal de tratar de esquivar lo inexorable: que en poco más de un mes se les viene abajo el tenderete, por mucho que los socialistas se apunten ahora a pactos constitucionalistas contra los herederos de ETA. Si finalmente lo hacen, llegarán muy tarde y salpicados de indignidad.
En la mayoría sensata seguimos a lo que importa: a defender la convivencia en libertad como siempre lo hemos hecho y a trabajar para sacar adelante nuestro país. Tras disolver las Cortes, Sánchez le ha comprado una vez más la «alerta antifascista» a su verdadero ideólogo de cabecera –Pablo Iglesias– y ha soltado que Alberto Núñez Feijóo es Trump. No habrá Page que pueda recomponer los añicos de este PSOE en descomposición.
Sánchez ha intentado dificultar la participación electoral de los españoles como su última tabla de salvación; una altísima participación el próximo 23-J dará respuesta contundente a su pésima labor de gobierno, por la derecha, por el centro y, también, como apelan cada vez más socialistas, por la izquierda. O Sánchez o España.
Enrique Ossorio Crespo es vicepresidente de Madrid y consejero de Educación y Universidades
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