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Entrevista

José Manuel Belmonte: «El arte ha sido mi psicólogo y mi compromiso de vida»

Casa de Vacas acoge hasta el 30 de octubre una retrospectiva de 60 obras del escultor cordobés

El escultor José Manuel Belmonte Gonzalo PérezLa Razón

Con más de cuarenta años de trayectoria y una obra reconocida dentro y fuera de España, José Manuel Belmonte (Córdoba, 1964) es uno de los escultores figurativos más destacados del panorama actual. Formado en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria y becado en Italia, su trabajo ha viajado desde Bruselas hasta Shanghái y forma parte del paisaje urbano en distintas ciudades. Ahora presenta en Madrid, en el emblemático Centro Cultural Casa de Vacas, la exposición «Forma y fondo. Cuarenta años de escultura», la mayor retrospectiva de su carrera, con 60 piezas que recorren su evolución artística y vital.

Ha dicho que es la exposición más importante de su vida. ¿Qué siente al inaugurarla en Madrid?

Una emoción enorme. Llevamos más de un año preparando esta exposición... Cuando vi colocado el cartel en la entrada sentí algo parecido a cuando te dicen que tu vida pasa por delante en un accidente. Me vinieron a la cabeza mis maestros, amigos, familiares... los que están y los que ya no, todo el camino recorrido. Para mí es un agradecimiento y, sobre todo, la confirmación de que no he perdido el tiempo: me he desarrollado como persona a través del arte.

¿Cómo ha estructurado esta antológica?

Es una selección muy personal. Reúne obras que he creado entre encargo y encargo, piezas que me alimentan el alma. Hay series muy distintas: «El recreo de los ausentes», que habla del alzhéimer y la demencia con una gran carga emocional; «Los hombres pájaro», donde exploro la belleza del cuerpo y lo anatómico; «Custodios», una revisión de la mitología griega y escandinava que nació en plena pandemia… También relieves sobre el amor, la atracción o la ironía de la vida. En total, 60 piezas que representan apenas un 20% de lo que he hecho en cuatro décadas, porque muchas obras ya no me pertenecen o están en el extranjero.

«El recreo de los ausentes» parece tener un lugar muy especial para usted. ¿Por qué?

Porque toca un tema universal y delicado. La serie reflexiona sobre cómo las personas con estas enfermedades están físicamente presentes, pero mentalmente viven en otra dimensión. Cuando se expuso en Córdoba asistieron mil personas y más de seiscientas terminaron llorando. Una mujer me dijo entre lágrimas: «¿Tengo que tener un familiar enfermo para entender lo que quiere decir el autor?». Esa reacción me marcó.

Su obra también tiene una vertiente social y crítica. ¿De dónde nace esa inquietud?

De la vida misma. Hablo de la violencia de género, del cáncer de mama, de las enfermedades mentales… porque la inspiración está en la calle. Los artistas somos filtros de la sociedad: lo que vemos en Gaza, en Ucrania o en las noticias pasa por nuestra sensibilidad y lo transformamos. A veces en belleza, a veces en denuncia. Creo que somos verdaderos biógrafos de la sociedad.

Usted ha llegado a afirmar que el arte ha sido su psicólogo. ¿En qué sentido?

En que cada obra refleja un estado de ánimo de mi vida. He pasado momentos buenos y malos, y siempre me he desahogado con el barro. Mi lenguaje es el volumen y el claroscuro. A lo largo de los años he sentido que mi trabajo no solo era un oficio, sino también una forma de crecer como persona, de aprender a ser más tolerante, sensible y sobre todo, libre.

Su entrada en el arte fue casi por casualidad. ¿Cómo recuerda aquellos inicios?

Yo era un fracaso escolar. Por un cúmulo de circunstancias entré en la Escuela de Artes y Oficios y ahí descubrí mi vocación. Pasé de suspenderlo todo a tener uno de los expedientes más brillantes de la escuela. Aquellos años eran como una obsesión: ahorraba todo el año para viajar en verano para ver museos y obras. Tuve la suerte de estar becado en Carrara, de trabajar en restauración en Singapur… Después vinieron los simposios internacionales, las obras públicas, incluso estuve en las Olimpiadas de Turín de 2006 trabajando junto a grandes artistas.

¿Qué diferencia encuentra entre su obra pública y la más personal?

La pública llena el bolsillo, la personal llena el espíritu. Vivo con esa dualidad, y creo que todos los artistas deberían hacerlo. Si solo trabajas por encargo te condiciona. La obra íntima es la que me permite expresarme.

En su opinión, ¿cómo está la escultura figurativa en España?

Creo que vivimos un buen momento. Durante años se subvencionó mucho el arte conceptual y experimental. Ahora, con menos financiación, se vuelve a valorar el oficio, la técnica, los materiales nobles. Hay un regreso a la figuración y eso es muy positivo. Gracias a referentes como Antonio López o Eduardo Naranjo, los que venimos detrás tenemos camino abierto.

¿Qué espera que se lleve el público de esta exposición?

Que vaya más allá de la forma y vea lo que hay detrás de cada pieza. Que disfrute igual que yo creando y que haga suyas las obras. Para mí, el verdadero éxito de un artista es llegar a mucha gente. Estoy convencido de que esta exposición marcará un antes y un después en mi vida personal y profesional.