Gastronomía

El mar en Pozuelo

«El Barco de Aparicio» convierte a la localidad madrileña en un pueblo pesquero. Percebes y ostras son reclamo para abrir boca

El mar en Pozuelo
El mar en PozueloLa Razón

De todos es conocida esa suposición que habla de la ciudad de Madrid como el mejor puerto pesquero del país. Con la taberna marinera llamada "El Barco de Aparicio" que convierte a Pozuelo en un pueblo pesquero, podemos afirmar que aquello se confirma. Así, se recrea un auténtico ambiente ya no solo es la decoración, sino en la sencillez de esos lugares, ya que la capital sólo tiene el recuerdo de algunas de sus típicas tascas.

Parece llevar aquí toda la vida este Barco, y en estos 8 años desde que amarró, (ayer hicieron su aniversario) han conseguido una asidua clientela, que incluso empiezan a desplazarse desde los barrios más urbanos. Llegan a su agradable y gran terraza interior, a su barra con mesas altas entre las que navegar en esa carta de delicias marinas más informalmente , o a su comedor que preside un puesto de pescado que a la vista de todos presume de bodegones de primer nivel. Esta familia Aparicio, son ya segunda generación de pescateros, y por eso este escaparate luce orgulloso una selección impecable en términos de precio- placer. Una familia que sigue con el negocio que les hace madrugar para encontrar el mejor producto y tenerlo en sus pescaderías.

Carmen cuenta que ha sido de una forma natural y casi sin oponerse a su natural facilidad para organizar, cómo decidió arrancarse a vender esos buenos pescados desde otro escalón. Se nota su alegría, y es normal, porque ha conseguido que en esta casa de comidas todo el que llega, cuando sale lleve gramos de felicidad. Aquí se ha ido creciendo en atenciones para adaptarse a la clientela, y aunque han sido años de trabajo, cuando sale bien y brilla el sol, siempre parece que el temporal amaina. Además ya hay generación siguiente con el bicho de la gastronomía, pues Arturo ya oficia tras la barra y estudia para continuar.

El lujo de la sencillez marinera, no impide una carta en la que los percebes, zamburiñas y ostras son reclamo para abrir boca y arrancar el festival de los mariscos que aquí llegan, de norte a sur o levante, según se de la pesca y siempre que el mercado lo permita. Unos pescados que uno puede elegir y a los que los cocineros echan el anzuelo desde el centro de esta casa. No deja de ser esta cocina pegada al mostrador su corazón. Así, desde sus cristaleras dominan el ritmo de las comandas, y se dejan ver practicando con esa naturalidad con la que sacan lustre a este material de primera.

Los salvamanteles de papel encerado que se usa para envolver los pescados, nos recuerdan que el material llega de primera mano y sin intermediarios, esos que algunas veces no hacen más que marear la pesca.

Buena ensaladilla rusa y gildas, porque a veces apetece ir de setas, y aquí se puede también venir a los arroces o la rica cuchara. Al que quiera un paseo por los puertos pesqueros de este país, rodeado de productivos y diferentes océanos, la propuesta es difícil de rematar en una sola jornada: Galicia, con sus berberechos y sus centollas, unas coquinas limpias que nos llevan a Málaga, hasta Garrucha con la gamba roja o la blanca cocida de Huelva. Ya en Andalucia aprovechamos para las puntillitas y otras frituras que aún no dejan rastro en el papel. Sin olvidar el norte, porque las kokotxas y bocartes son aquí tan vascas como el juego de pelota. Unas delicias de merluza que por clásicas se han perdido en muchos menús, pero que uno echa de menos. Si tiene suerte y aún queda una ventresca de atún, no dude en probarla, que seguro que el rico tartar, tan en boga, seguirá en la carta el próximo día.

Siempre hay que dejar cosas para repetir cuanto antes en esta taberna. Así que por falta de espacio en la bodega de esta embarcación, tendremos que volver al arroz y los mariscos del levante español que tanto nos gustan. La carta de vinos es suficiente para un día cualquiera, aunque por encargo traen cualquier posible lujo líquido y quizá espumoso.

Unos postres caseros y de toda la vida con la tarta de limón o el arroz con leche, o alguno más actual para los que aún no beben melancolía, como la tarta de zanahoria o el fudge cake, permiten alargar la sobremesa de esta puerta al mar que se abre en Pozuelo. Por alegrías.