Resumen de la semana
Podemos rescata las camisetas activistas ante su fracaso por asaltar al cielo de Madrid
El partido ha quedado reducido a la irrelevancia después del estrepitoso fracaso de su líder, Pablo Iglesias, en las pasadas elecciones autonómicas
De “asaltar los cielos” a la irrelevancia. Según las encuestas, Podemos y sus confluencias podrían quedar en el ostracismo político madrileño, en el mejor de los casos. La formación que nació en Madrid para consolidarse como la cara de la nueva política se esfuerza para evitar estrellarse el próximo 28-M. Para ello, ha vuelto al estilismo activista y ha distribuido camisetas con la cara del hermano de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. La primera en mostrarla fue la aspirante Alejandra Jacinto que, para dar un golpe de efecto chusco, la lució en el debate de candidatos en Telemadrid. La líder morada, que se estrenaba en el formato, abrió su chaqueta para exhibir el rostro de éste, acusándole de corrupción pese a que la Fiscalía archivó todas las denuncias contra él. La siguió en la estrategia la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, en el Congreso de los Diputados. La de Podemos lució la “camiseta acosadora” sin pudor, a la que vez que anunciaba una reforma del Código Penal para perseguir a personas y empresas que “hostiguen, acosen, discriminen o intimiden”. Se refería la ministra a empresas que desocupen los pisos que su Gobierno alienta y permite ocupar.
El partido ha quedado reducido a la irrelevancia después del estrepitoso fracaso de su líder, Pablo Iglesias, en las pasadas elecciones autonómicas. “España me debe una, hemos sacado a Pablo Iglesias de La Moncloa”, dijo Ayuso entonces. Iglesias, que se comprometió a seguir en la oposición si no ganaba, como ocurrió, hizo mutis por el foro y se cobijó en el negocio audiovisual dejando una formación en derribo y viendo cómo la facción del pupilo Íñigo Errejón, Más Madrid, le adelantaba por la izquierda. “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”, dijo en la apertura del congreso fundacional, en 2014, cuando las nacionalizaciones, expropiaciones, acoso a empresarios o supermercados públicos eran una amenaza.
La candidata morada, en su intento desesperado por volar el debate, quiso con su maniobra enervar a Ayuso, que mantuvo el tipo, consciente de que entrar en las provocaciones de los cuatro adversarios (Vox, Más Madrid, PSOE y Podemos) sólo desenfocaría su mensaje en la recta final de la campaña: la confrontación con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Jacinto quiso acaparar foco con su atrezzo y argumentario populista para polarizar y mantener a Podemos en Madrid. Tiró del manual de Belarra en los mítines de estos días (cambio climático, vivienda, pobres y ricos, menús gratis en las escuelas..) mientras Otegui irrumpía en la campaña para truncar la tómbola electoral del Gobierno de coalición. Pisos, entradas para el cine, ayudas para actividades culturales, Interrail… quedaron esta semana en segundo plano tras conocerse las listas de candidatos condenados por crímenes de sangre.
Ayuso priorizó el debate en su agenda pública desde el minuto uno pese a los intentos del resto de formaciones madrileñas, excepto Vox, por poner sordina a los efectos del pacto con el demonio. “Sánchez ha cruzado todas las líneas rojas de la indignidad”, denunció la presidenta días después de arremeter contra el silencio del jefe del Ejecutivo a la presentación de las listas de Bildu.
La desesperación de los morados por evitar su hundimiento llega hasta la colocación de lonas con la imagen del hermano de la presidenta, un señalamiento que, a buen seguro, no incluirán en la reforma del Código Penal que proponen.
El hostigamiento es la mejor garantía para el crecimiento de la popular. La sobreactuación de los herederos de Iglesias moviliza a la derecha, los convierte en una caricatura de su líder desaparecido y provoca trasvase de votantes a las filas de Más Madrid, aliados de Yolanda Díaz en su aspiración por alcanzar el cielo de La Moncloa. Convertida en la diana de todo el arco parlamentario madrileño (“todos contra Ayuso”), la presidenta ha sabido sacar rédito electoral de la fragmentación y jugar con los contrapesos. El impacto de Bildu le ha brindado la oportunidad de endurecer su discurso nacional cuando las encuestas la sitúan al borde la mayoría absoluta. Esta semana, la popular ha desplegado todas sus críticas contra Sánchez alrededor de este asunto, robándole el espacio a la candidata de Vox, Rocío Monasterio, que vio en el debate de la cadena pública la ocasión de demoler al candidato socialista a la región, Juan Lobato, criticando el pacto de los suyos con Bildu.
Monasterio, que mantiene cierto perfil propio dentro de su partido, rompía la que parece ser la estrategia de la formación: perfil bajo de los candidatos autonómicos y municipales en los asuntos de carácter nacional para dejar el protagonismo a Santiago Abascal. La aspirante a la Comunidad sigue el guión marcado por su formación: inmigración, inseguridad y okupación para que su electorado no se deje seducir por Ayuso. La popular ha pedido la ilegalización de Bildu en sus actos de campaña al igual que Abascal en los mítines de sus aspirantes territoriales. La jibarización de Vox por parte de Ayuso supone atraer a los votantes de Vox sin necesidad de celebrar con alharacas su deseo de gobernar en solitario. Dejó clara la presidenta del PP de Madrid su ruptura con éstos después de los ataques de Monasterio a las políticas izquierdistas de las que, en su opinión, hace seguidismo la popular, en alusión a la Ley Trans o a la permisividad con la inmigración ilegal. “Somos los únicos que hablamos claramente de esto”, manifestó la primera, en un aviso a navegantes de derechas. La presidenta se ha mostrado indiferente en el intento de refriega. “Esto va de Sánchez o España”, repite.
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