Opinión

¡Qué chuli es el comunismo!

"Tenemos que estar alerta, no podemos dar jamás la libertad por definitivamente conquistada"

AME392. SANTIAGO (CHILE), 05/07/2021.- Integrantes de la Convención Constituyente se manifiestan por la libertad de presos políticos tras la suspensión de la sesión de hoy, 5 de julio 2021, en el antiguo Congreso Nacional, en Santiago (Chile). La falta de facilidades técnicas y de medidas sanitarias para evitar los contagios impidieron este lunes a la convención encargada de redactar una nueva Constitución en Chile seguir sesionando, una situación que despertó críticas por parte de la mayoría de los constituyentes contra el Gobierno. La sesión tenía que haber comenzado a las 15.00 hora local (18.00 GMT), pero se decidió suspenderla debido a que no había espacio suficiente en las dependencias del antiguo Congreso Nacional, en Santiago, para que pudieran trabajar cómodamente y sin riesgo los 155 constituyentes elegidos el pasado mayo. EFE/ Elvis González
Integrantes de la Convención Constituyente se manifiestan por la libertad de presos políticos en Santiago (Chile)Elvis GonzálezAgencia EFE

He tenido el honor de inaugurar en la Fundación Carlos de Amberes una indispensable exposición, “Latinoamérica sin presos políticos”, organizada por asociaciones que luchan por los derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Me ha emocionado por las crudas imágenes y testimonios de cómo viven -o sobreviven- los represaliados por las dictaduras comunistas en esos países hermanos. También me ha movido a una inmediata reflexión: nunca demos la libertad por definitivamente conquistada. ¿Qué fue de aquella Venezuela pletórica, optimista y sonriente de hace décadas, donde los dividendos del petróleo generaban riqueza y oportunidades para todos? ¿Cómo ha acabado destrozada, hundida en la miseria y el aislamiento?

La respuesta es la de siempre: comunismo. Qué tremenda palabra, sinónimo de totalitarismo, sombras, penuria y brutalidad. Sí, sobre todo, brutalidad. Bajo su bota despiadada sólo ha habido -y hay- muerte y opresión; sólo sociedades tristes, silenciadas y colectivizadas, despojadas de todos sus anhelos y expectativas.

Pese a ese hecho incontestable, acreditado en todas las latitudes del mundo desde principios del siglo XX hasta nuestros días, a Yolanda Díaz el comunismo le mola; le parece una cosa muy chula. Por eso se declara comunista, sin que esa etiqueta ominosa la penalice en amplias capas de la sociedad intoxicadas por el “establishment” progre y sus medios afines.

Han logrado que el término “fascista” haya sido plenamente asimilado como un insulto, mientras que la condición de “comunista” se desvincula de los crímenes y fracasos cometidos por esa doctrina política allí donde ha gobernado. Asombroso. Porque, si tanto les gusta “SUMAR”, sumemos: la masacre de Katin, el genocidio camboyano de los jemeres rojos, la represión en Tiananmen, la Gran Purga, los gulags, los uigures y otros muchos episodios aterradores de persecución y exterminio se cifran en un total de 120 millones de personas asesinadas en nombre del comunismo a lo largo de la historia, y la cifra sigue aumentando en nuestros días. Sí, los comunistas se han ganado a pulso el primer puesto en el tenebroso pódium de los delitos de lesa humanidad.

Tomemos buena nota: en los países que han sufrido estos terribles episodios todo empezó en nombre del pueblo, de la gente, de asaltar el cielo. No parecía que lo que después llegó pudiera suceder, y ocurrió. Se comienza enarbolando la causa de los desfavorecidos y se termina socializando la pobreza para garantizar el sometimiento de la sociedad. Se liquida la libertad y se aplasta a los disidentes. No hay otra hoja de ruta en el comunismo.

Lo saben y lo padecen hoy los venezolanos, los cubanos y los nicaragüenses, y ese peligro acecha también a otras naciones iberoamericanas. Con viejas o nuevas caretas -la revolucionaria, la bolivariana o la indigenista- el comunismo sigue conquistando territorio al otro lado del Atlántico.

¿Y en Europa? ¿Y en España? En nuestro país no somos especialmente afortunados: por obra y gracia del sanchismo, el comunismo ha encontrado asiento en La Moncloa, con los resultados que todos conocemos: la ley del sólo sí es sí, la demonización de la ganadería y del turismo, el asedio a la universidad o los ataques desquiciados a las empresas y a la propiedad privada. Hoy sufrimos ministros -y, quizá, hasta un presidente del Gobierno- a quienes les habría encantado tener la posibilidad de irrumpir en la Junta de Accionistas de Ferrovial y, al grito de “¡Exprópiese!”, tomar el control de la compañía. Menos mal que formamos parte de la Unión Europea.

Aunque el comunismo se vista de Prada, comunista se queda, con todas sus consecuencias. Y -vuelvo al principio-, tenemos que estar alerta, no podemos dar jamás la libertad por definitivamente conquistada. Ni tragarnos que pueden sumar quienes ya han demostrado que sólo nos restan libertad, pluralidad, bienestar y futuro.

*Enrique Ossorio Crespo esVicepresidente de la Comunidad de Madrid y Consejero de Educación y Universidades