Historia

Un teatro marcado por la muerte del Rey

Uno de los grandes templos de la interpretación en la capital que fue recuperado de las termitas

Teatro María Guerrero.
Teatro María Guerrero.Gonzalo PérezLa Razón

Una ciudad de teatros, de espectáculos musicales y exposiciones de todo tipo como Madrid, tiene, más allá de la cantidad de coliseos, un reducido grupo de teatros que son buque insignia del arte de la interpretación. Uno de ellos es el teatro María Guerrero, denominado antiguamente teatro de la Princesa. En la actualidad este inmueble pertenece al Ministerio de Cultura de España, y dentro de ese al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM). Junto con el teatro Valle-Inclán, es sede del Centro Dramático Nacional (CDN). Sin embargo, su pasado es mucho más complejo y cambiante.

Impulsado por el marqués de Monasterio, Alfonso Osorio, que ordenó la construcción del edificio, fue inaugurado el 15 de octubre de 1885 con el nombre de Teatro de la Princesa. Se representó la comedia «Muérete y verás», de Bretón de los Herreros, y el sainete «El corral de comedias», de Tomás Luceño, contando el estreno con la presencia de la reina María Cristina y de la destronada Isabel II. El objetivo del marqués era crear un local especial, más selecto, en el que no había localidades baratas, lo que excluía a la parte del público más alborotador. Un intento de marcar el teatro como un espacio para los más pudientes. Sin embargo, la muerte del rey Alfonso XII a las pocas

semanas trae el luto a la corte y dificultades económicas al teatro, pues se cerraron durante semanas las actividades lúdicas en la capital. Un mazazo para este y otros escenarios.

Teatro María Guerrero.
Teatro María Guerrero.Gonzalo PérezLa Razón

Arquitectura

Un teatro con una muy particular construcción. A consecuencia del irregular solar, no se pudo desarrollar de manera correcta las estancias en torno al escenario, pero el interior de la sala es muy amplio, con una decoración neomudéjar que utiliza el hierro como material arquitectónico y ornamental. El arquitecto empleó para la estructura de la sala un sistema de columnillas de fundición, que lo convirtió en uno de los máximos exponentes de la arquitectura madrileña del hierro en el siglo XIX. La fachada, en un lugar un tanto estrecho, con poca perspectiva, se ordena con planteamientos clasicistas con una sucesión de arcos de medio punto en composición tripartita. Fue muy alterada con la ampliación de un piso que proyectó Pablo Aranda para paliar la escasez de espacio, aunque en 2003 se realizó una restauración y remodelación en la que se ha recuperado zonas que fueron eliminadas en restauraciones anteriores, como la balconada que daba acceso a los palcos de la primera planta.

Y de lo mejor... su nombre. Desde finales del siglo XIX sobre el escenario comenzó a prodigarse la figura de la actriz María Guerrero, que por aquel entonces contaba con una licencia de explotación del Teatro Español, propiedad del Ayuntamiento de Madrid. Sus compromisos artísticos en América dificultaban sus obligaciones con las autoridades municipales hasta el extremo que su marido, Fernando Díaz de Mendoza, decidió adquirir el Teatro de la Princesa el 20 de marzo de 1908, convirtiéndolo en el centro de actuaciones de la actriz. En esa época se estrenaron en el local obras de Jacinto Benavente, Valle-Inclán, Pedro Muñoz Seca, los Álvarez Quintero o Pérez Galdós.

Desde 1978 es la sede del Centro Dramático Nacional, que fue dirigido en su primera etapa por el director teatral, dramaturgo y actor Adolfo Marsillach. El 1 de marzo de 1996 fue declarado Bien de Interés Cultural. Entre el verano 2000 y junio de 2003 se realizaron importantes obras de renovación de la estructura, dañada por una plaga de termitas, de renovación de la maquinaria escénica y del patio de butacas, y de recuperación de elementos arquitectónicos. Aprovechando las obras, la popular cafetería del sótano fue transformada en la Sala de la Princesa, con capacidad para 80 espectadores, en recuerdo de su primer nombre.