Sección patrocinada por sección patrocinada

Medio Ambiente

Reciclaje en la nueva era del coronavirus

El domingo 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje. La tercera de las «tres erres» que seguramente todo ciudadano responsable y concienciado con la sostenibilidad ambiental tiene como mantra de consumidor. Los datos confirman un aumento progresivo del compromiso social con esta práctica, incluso en estos tiempos de COVID-19, al tiempo que surgen diversas iniciativas para recuperar todo tipo de materiales, como los electrónicos o las redes de pesca.

Una joven recicla una lata, con el objetivo de preservar el medio ambiente
Una joven recicla una lata, con el objetivo de preservar el medio ambientelarazon

Quizá no esté de más recordar que el reciclaje consiste en la acción de transformar los materiales, o parte de ellos, que integran un producto en otros nuevos productos, materiales o sustancias, mediante su separación, extracción o proceso. Es decir, se trata de volver a introducir en el circuito productivo los materiales de los que están hechos los productos que consumimos y que, cuando ha acabado su ciclo de vida, son un residuo. Y éstos no han dejado de producirse durante el confinamiento de la población a causa de la crisis sanitaria. De unos más y de otros menos, pero de todo ha llegado y seguirá llegando a los contenedores de residuos durante este tiempo. Por ello, la recogida y gestión de residuos ha sido considerada una actividad esencial en este tiempo.

La primera parte del proceso ha funcionado y los diferentes canales han seguido operando, tanto para la recogida, como para el traslado y tratamiento a las diferentes plantas, ya fueran residuos plásticos, vidrios, eléctricos y electrónicos, industriales o peligrosos, por poner solo algunos ejemplos.

Otra cosa ha sido el ritmo de salida de los materiales recuperados. Ahí se ha alterado en algunos casos debido al parón de las diferentes industrias que utilizan esas ya materias primas, especialmente durante la «hibernación de la economía». De hecho, en algunas plantas hubo un cierto atasco y necesidad de almacenarlas, que no es lo habitual. Así pues, esta situación sanitaria tan excepcional va a tener también un impacto ambiental, en la medida en que afecta a una actividad con unos objetivos y obligaciones definidos para cada sector por la UE.

En el caso de los procedentes sobre todo de los hogares, como los envases de vidrio y los de plástico, brik y metal, tanto Ecovidrio como Ecoembes, entidades que gestionan estos tipos de residuos, han constatado un aumento en el uso por el público de los contenedores verde y amarillo, respectivamente. Un 15 por ciento en este último caso; aunque, paralelamente, también se apreció un descenso en la cantidad de residuos depositados en los contenedores de papel y de resto, sobre todo por el cierre de la hostelería.

Una vez en las plantas de reciclaje, el contenido del contenedor amarillo sí que se produjo «una situación de caída de demanda de los materiales resultantes por parte de las industrias que los utilizan en mayor cantidad, sobre todo la construcción y automóvil, que estuvieron inactivas durante unas semanas, explica Álvaro Otero, coordinador de Asuntos Corporativos de Ecoembes, y hubo una gran diferencia entre antes de Semana Santa y después. Pasado este paréntesis, los recicladores están volviendo a colocar poco a poco la producción». Sin embargo en el caso del vidrio, Félix Reneses, director de Gerencias y Grandes cuentas de Ecovidrio afirma que «no se ha producido la misma situación, al contrario, «todo el calcín resultante de la gestión del vidrio usado está siendo consumido por las empresas vidrieras con normalidad».

La alteración de los ritmos de generación de residuos y de salida de los materiales procedentes de su reciclaje, tiene una derivada que preocupa en algunos sectores. Por ejemplo, en el de los eléctricos y electrónicos. La Fundación Ecolec, que gestiona el ciclo de recogida y tratamiento de esta categoría, en la que entran desde lavadoras a datáfonos, pasando por teléfonos móviles, televisores, ordenadores, pilas y un largo etcétera, ve dificultades para cumplimiento de los objetivos anuales marcados por el Ministerio de Transición Ecológica.

La causa en este caso, como expone Luis Moreno, director general de la entidad, estaría «en la bajada de hasta un 80 por ciento de las compras de estos aparatos en comercios convencionales, que retiran los usados -especialmente los de gama blanca-; pero las ventas de los market places online, que no dan ese servicio a los clientes, han aumentado como un 60 por ciento. Nuestras fuentes de recogida son los centros, que se llevan los viejos al entregar los nuevos. Sin venta física ese intercambio se reduce y no podemos cumplir los objetivos anuales de reciclaje que teníamos teníamos marcados».

El inicio de la crisis sanitaria causó «un cierta confusión: cerraron preventivamente algunas plantas de tratamiento, se suspendió la cotización de los materiales, etc. Pero, al volver a abrir industrias que no se habían considerado esenciales, se van recuperando lentamente el mercado y el ritmo de trabajo en las plantas. El acero, cobre aluminio, los tres materiales metálicos principales y el 70 por ciento de lo que se recicla lo están usando las fundiciones. Lo que más cuesta son los plásticos reciclados, porque ha bajado la demanda al estar parada la industria que los utiliza: fabricación de bienes de equipo, ordenadores, impresoras, coches, equipamiento urbano...»

No obstante, sus previsiones son optimistas: «Ahora mismo no tenemos datos concretos, pero creo que esta industria va a crecer, incluso se va a recuperar mejor que otras. Por la apuesta española y europea por impulsar la actividad verde y, específicamente, la economía circular; y porque cada vez hay más conciencia y más regulación, que puede compensar la caída del consumo».

Un material que en los últimos años ha entrado con mucho impulso en la cadena de reciclaje son las redes de pesca. Fabricadas con materiales plásticos, se deterioran con el uso, resultan dañadas cuando recogen basuras mezcladas con la pesca, sobre todo plásticos que se enganchan y quedan inservibles. En los últimos años ha habido diferentes proyectos para recuperarlas y desarrollar sistemas para reciclar los materiales con las que están hechas. Uno de los resultados ha sido la obtención de fibras para fabricar ropa deportiva.

Pero hay más ideas. Por ejemplo, convertir esas redes de nylon en materia prima para hacer fundas para teléfonos móviles. Los llaman Popsicase y los han creado María José Pedragosa y Pablo Erlandsen, una pareja barcelonesa que vio en las redes de pesca una posibilidad diferente haciendo también algo diferente. «Pablo hizo un prototipo de una funda para móvil con un mango, porque lo había echado de menos al hacer una foto en su trabajo. Como no encontraba una funda así, la diseñó. Y me pareció una idea excelente». La patentaron y, aunque les llevó un tiempo, hace año y medio lograron sacar a la venta fundas para móviles realizadas íntegramente con materiales procedentes de reciclaje: plástico de las redes y aluminio para el mango y producidas íntegramente en España. «Es un producto totalmente de economía circular. Lo que más nos costó fue poder hacer los moldes, que requieren una inversión fuerte. Una vez que conseguimos la financiación, ya pudimos empezar la producción».

Tras recuperar las redes, clasificarlas, cortarlas y lavarlas, se transforman en gránulos de plástico que se inyectan en un molde del que sale ya la funda. «Hemos producido unas 10.000, y hemos empleado 500 kilos de material recuperado de dos toneladas de redes. Con 2 metros cuadrados de red de nylon se obtienen los 40 gramos, que es nuestra funda. Y el mango también es de chatarra de aluminio. Ahora queremos hacer más porque estamos expandiéndonos a otros mercados, en el norte de Europa, Reino Unido, etc. Llevamos poco tiempo, pero hemos apostado el alma en este proyecto». Una característica del material que han obtenido «es que se puede imprimir, por lo que hemos diseñado tres colecciones, una inspirada en el trabajo de Yann Arthus-bertrand, un cineasta con mucha sensibilidad ambiental; otra inspirada en las especies marinas y la tercera con trabajos de jóvenes artistas de una universidad de Barcelona».