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Medio Ambiente

Resetear en verde, de verdad

El «Great Reset» no debería hacerse sobre la base ni de la ingeniería climática ni de la ingeniería humana
El «Great Reset» no debería hacerse sobre la base ni de la ingeniería climática ni de la ingeniería humanaLa Razón

Los jefes históricos del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, Warburg, Rockefeller, Kissinger, Soros, Rothschild y otros, anunciaron el inminente advenimiento del «Great Reset» del planeta, el gran reseteo global que nos conducirá a un nuevo mundo en el que, dice su web, «no tendrás nada, pero serás feliz». Suena extraño que nos anuncien una suerte de felicidad que no hemos buscado, pues cada ser humano es feliz a su manera, unos con el trabajo, otros con la familia, otros viviendo en soledad en las montañas o junto al mar. Pero ellos aseguran que vamos a ser felices. Una felicidad basada, al parecer, en que estaremos conectados a la inteligencia artificial cual robots, no habrá emisiones de gases invernadero de efectos nocivos, y no necesitaremos el dinero ni comprar cosas, porque todo nos lo darán hecho. Desconozco si a algunos de ustedes les han preguntado si quieren que esta élite les planifique la vida, les diga cómo han de vestir, a dónde viajar y cómo vivir en sociedad. A mí no, y no creo que me lo vayan a preguntar. Ni a mí ni a nadie. Lo harán sin más porque se creen en posesión de la verdad. Los que vivimos aquí abajo apenas somos números sin capacidad alguna de resistir o protestar. Y el que lo haga será sencillamente apartado, marginado y enviado directamente a las tinieblas o el olvido, pues la tecnocracia orwelliana de la Cuarta Revolución Industrial no admite debate ni disidencias.

Dicho lo cual conviene hacer causa común para evitar que ese «gran reseteo» que anuncian no se haga sobre las bases de la ingeniería climática que propugna Bill Gates, o sobre la ingeniería humana en la que trabajan los chinos, o la geoingeniería en general, que propone, por ejemplo, modificar la temperatura de La Tierra a gran escala de manera artificial, atenuando la radiación solar como si de una lámpara con regulador incorporado se tratara, esparciendo partículas minúsculas en las capas superiores de la atmósfera para que descienda el calor, generando nubes más brillantes y reflectantes que descargarán la lluvia allí donde más interese, millones de espejos colocados en los desiertos que devolverán la luz y la energía hacia el astro rey. Toda esta ciencia no es ficción, sino que está en los manuales de «gran reinicio» en el que trabaja la Agenda 2030, y que ha comenzado a funcionar de hecho en países como Francia, donde se han prohibido ya los vuelos domésticos y se anuncian restricciones relevantes para la circulación de vehículos no eléctricos por las grandes autopistas.

No sólo lo anterior, también está en esa Agenda la sustitución progresiva de la carne animal por la sintética, con objeto de lograr la reducción mundial de la ganadería por su elevada emisión de gases, óxido nitroso y metano, así como la prohibición de todas las prácticas no sostenibles, incluidos ciertos cultivos de regadío, la cría excesiva de animales, tener demasiadas mascotas, la libertad de movimientos, los automóviles privados, los viajes aéreos y el transporte marítimo. El presidente chileno, Nicolás Piñera, nos anuncia la inminente llegada de la fusión del hombre con la inteligencia artificial, igual que Boris Johnson, que ya en 2009 publicó un artículo en The Telegraph expresando su alarma por la explosión de la población mundial. Su padre, Stanley Johnson, es uno de los principales teóricos de la necesidad de actuar con urgencia contra el calentamiento, los virus pandémicos y la superpoblación.

De manera que estamos inmersos en pleno debate sobre cómo combatir el calentamiento global. Hay quien plantea, no sin razón, que el plan de los Soros, Gates, Schwab, Piñera y Jonhson, es casi peor que el cambio climático, pues lo único que hará es avanzar aún más hacia la irremisible destrucción del planeta con la imposición de tecnologías que resultarán a la postre tan perniciosas como lo han sido, históricamente, el petróleo y sus derivados plásticos, las emisiones de carbono, la sobreproducción o las industrias químicas, el amontonamiento de basuraleza en los mares, la polución electromagnética invasiva que penetra por todas partes y está en la base de muchas de las actuales enfermedades autoinmunes.

El mundo que nos prometen los padres del gran-reinicio no se levanta sobre la idea de corregir los errores que nos han llevado a la deriva del actual calentamiento global por causa de la contaminación. Más bien parece ideado para avanzar en lo artificial, con más química y aditivos, más plaguicidas, pesticidas y herbicidas, más agrotóxicos en general, transgénicos, experimentación ambiental, terrorismo ecológico, vertidos nucleares y tecnologías invasivas con relación a la naturaleza.

Escribió Séneca que todo lo que nos había de servir de bien, lo puso Dios a nuestra mano. Lo demás lo situó en lugares inalcanzables, bien en los cielos, bien en las profundidades de La Tierra. Parecemos empeñados en destruir la naturaleza utilizando en su contra todo lo que la perjudica. La tecnología debe ser un instrumento para avanzar en la mejora del medio ambiente, no para destruirlo. Todo lo que la ciencia aporte en ese sentido positivo será bueno para el planeta. Lo que contribuya a aniquilar el medio natural y sus especies, por mucha etiqueta científica que tenga, no servirá más que para contribuir a la destrucción de los ecosistemas avanzando en la deforestación, la desertificación, el deshielo y la acumulación de fenómenos atmosféricos cada vez más adversos, extremos y devastadores. Como estamos viendo ya desde hace años.