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Medio Ambiente
El cambio climático obliga a una nueva gestión forestal contra los incendios
Solo se detienen cuando la biomasa se acaba. Los nuevos e inextinguibles fuegos hacen necesaria la gestión forestal previa y el desarrollo de una economía del bosque con pastores y productos locales
Dos olas de calor con temperaturas de más de 40 grados y la última de una intensidad que no se veía desde los años 80. El verano de 2022 está siendo especialmente caluroso y seco. En muchas regiones, casi a excepción del Levante, se habla de déficit hídirico desde hace meses. Dos situaciones que juntas han creado un escenario propicio para los incendios forestales. «Ahora mismo menos en el País Vasco y Santander ha habido incendios activos prácticamente en todas las comunidades autónomas», afirma Miguel Ángel Soto, responsable de campañas de Greenpeace.
Solo por poner un ejemplo, en una semana en Galicia se han declarado siete grandes incendios forestales que han quemado más de mil hectáreas. «Cuando entre 2010 y 2020 se han contabilizado 34 grandes incendios demás de mil hectáreas », dice Juan Picos, director de la Escuela de Ingeniería Forestal de la Universidad de Vigo.
Desde 2016 a los grandes incendios se les ha bautizado con el nombre de incendios de sexta generación. El cambio climático hace que se encuentren una atmósfera cálida y seca que les favorece. «Son incendios de alta intensidad o lo que es lo mismo, liberan mucha energía por unidad de longitud del frente. Encuentran mucho combustible o biomasa que no tiene mucho contenido en agua y esto refuerza las llamas. Cuando hay mucha energía, los medios técnicos no pueden actuar. Cuándo tienes más de 10.000 kW por metro de frente ni siquiera puedes intervenir con aviones y atacar el incendio. Es lo que se llama fuego fuera de la capacidad de extinción. En ese momento, lo único que puedes hacer es esperar un cambio meteorológico y retirarte a esos lugares donde la intensidad es menor», explica el profesor. Es lo que se ha podido ver en Las Hurdes, «queso lose ha extinguido el incendio cuando han cambiado las condiciones meteorológicas», matiza el técnico de Greenpeace.
El volumen de hectáreas quemadas quemadas en lo que va de verano (el Ministerio de Transición Ecológica las cifra en 78.000) ha puesto encima de la mesa el debate sobre la gestión forestal. Y es que detrás de estos incendios hay varios factores. El cambio climático, uno de ellos, no provoca incendios, solo crea las condiciones perfectas para que estos se recrudezcan. «Sin embargo, actuar contra el cambio climático supone un reto que no podemos solucionar de aquí a mañana. Lo que hagamos hoy va a tener impacto en cien años, pero la gestión forestal si lo hacemos hoy mañana ya notaremos sin impacto. No hay que ver el fuego como un elemento negativo, es un elemento natural del monte. La clave ahora es que los incendios que haya no sean estos monstruos, sino que podamos hacer que sean más pequeños y controlables y se pueda gestionar el incendio. Esto pasa por la gestión forestal», comentan Guillem Canaleta, técnico de proyectos de Paisajes resilientes y Marc Arcarons, técnico del proyecto Rebaños de fuego de la Fundación especializada en la prevención de incendios forestales Pau Costa.
Y es que «una vez que comienzan estos incendios ya has perdido la batalla. Los medios técnicos solo podrán hacer una estrategia defensiva, por ejemplo, para salvar casas, pero estos incendios solo mueren por falta de alimento. Hay que actuar antes para evitar incendios de gran intensidad », corrobora el profesor de la Universidad de Vigo. Solo por volver al ejemplo gallego, en la década de 2010 a 2020, el 0,2% de los incendios acabó con el 46% de la superficie. Es decir, de los 30.000 incendios declarados, solo 66 provocaron un 46% de pérdidas de suelo .« Son esos incendios los que hay que prevenir», dice Picos.
Uno de los principales factores que están detrás de estos grandes incendios, dicen los consulta dos, es el abandono de la actividad rural que en los últimos 50 años han convertido tierras de cultivo y pasto en montes con gran densidad de matorral y arbolado. No hay que olvidar que la mitad del territorio español es terreno forestal. Eso son unos 50.000 km2, de los cuales también más de la mitad son montes. «Pensamos que Alemania y otros países son verdes, sin darnos cuenta de que España también es un país forestal. Es verdad que vivimos en un país seco, pero España no es pobre ni en bosques ni en biodiversidad», confirman desde Greenpeace.
El volumen de territorio a vigilar significa, dicen los consulta dos, que no hay presupuesto que aborde la gestión forestal de todo el terreno. «No hay cultura forestal, no hay población en la España vaciada y a pesar de que el 30% de la superficie es forestal, este sector representa muy poco en el PIB. Necesitamos un cambio cultural porque los bosques tienen un potencial económico. Se necesita población, y producción local. Además hay que gestionar y sacar biomasa que se puede aprovechar para generar energía, etc. Todo eso significa incentivar el desarrollo de actividades con acuerdos políticos y presupuestos que no se recorten con las crisis». Estas son algunas de las claves para prevenir incendios que proponen desde Greenpeace.
Según algunos estudios el presupuesto en prevención «debería ser entre 2-3 veces superior al que se dedica a extinción. La prevención hay que entenderla como un descenso del riesgo de propagación y no como comprar otro helicóptero aunque políticamente sea más visto so: hay que incentivar actividades o desbrozas o quemas de biomasa en determinadas zonas durante el invierno. Parece un contrasentido que se queme el monte para que no arda, pero las quemas tienen que entrar en el día a día de la gestión forestal. Las quemas controladas se deciden, se hacen durante el invierno sin hacer daño al suelo», afirma el profesor Picos.
Quemas, desbroces, pero también incentivar el pastoreo, el aprovechamiento forestal y aquellas actividades que regulan la existencia de vegetación en el monte. Todos estos elementos conforman la que debería ser la nueva gestión forestal ante los incendios del siglo XXI. Además, cada pueblo debería contar, según señalan los expertos, con su propio plan de autoprotección. Otra de las claves es incentivar esas actividades económicas como el pastoreo o el cultivo pero «como es evidente que no se puede pastorear ni cultivar todo el terreno ni recuperar toda la población rural de hace décadas, se debería empezar por esos sitios que sean más interesantes para evitar incendios», explica el profesor Picos.
Para ello su grupo trabaja en el proyecto Firepoctec junto a 20 organizaciones y socios portugueses y españoles. El objetivo del proyecto es delimitar en un mapa, usando simulaciones de incendios y teledetección, las zonas donde es interesante hacer una gestión preventiva, para evitar que los costes de extinción sean elevados. Los nuevos incendios se apagan en invierno y no en uno solo sino a lo largo de varios años. Implican a la administración que tendrá que «cumplir con la ley de Montes o las directivas de protección civil y apoyar las inversiones», dicen desde Greenpeace, pero también a los consumidores. «Los nuevos incendios no son solo un problema de bomberos forestales ni de la administración sino también de los ciudadanos. El consumo de productos del bosque de madera o de carne local supone un mayor aprovechamiento forestal que ayudaría a prevenir los incendios», concluye Picos.
Rebaños contra el fuego
En 2017 arrancó el proyecto «Rebaños de fuego» en la provincia de Gerona. Un ejemplo (no es el único en la Penínsulas) de cómo la ganadería extensiva puede ser una buena herramienta para prevenir los incendios forestales. Desde 2017 trabajan fomentado el pastoreo en áreas estratégicas para la prevención. A día de hoy intervienen en un total de 600 hectáreas y colaboran con unos 23 ganaderos. «Ayudamos a los ganaderos y a los pastores en todos los sentidos, desde la gestión de las ayudas administrativas a la promoción de sus productos», comentan los técnicos de la Fundación Pau Costa. Para lo ganaderos colaborar con el proyecto significa adaptar su forma de manejar su ganado, pastorear por determinadas zonas y hacerlo de una forma determinada. «Se puede dar el caso de que tengas muchos animales pastando que igual luego necesitan un refuerzo con pienso», matizan los técnicos. A cambio, a los participantes se les paga por el servicio de prevención contra incendios y reciben un sello que certifica que el producto que luego venderán para consumo está ayudando a la prevención.
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