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Medio Ambiente
Biohacking: el movimiento para «mejorar» al hombre
El biohacking humano promete la inmortalidad y mejorar las «prestaciones» de cuerpo y mente instalando implantes y sensores o aplicando luz a las neuronas. ¿Qué peligros tiene esta fusión hombre-máquina?
Neil Harbisson, sin duda, ya forma parte de la historia. Es el primer ser humano del mundo reconocido como cyborg por un gobierno. Reconocido y reconocible, porque desde hace años cuenta con una antena instalada en su cabeza con la que es capaz de entender los colores. Harbisson nació con un problema de visión; solo detecta el blanco y negro. Sin embargo, desde que se instaló el llamativo implante puede percibir en forma de vibraciones el resto de colores.
Su vida con su antena no es nada convencional; necesitó un permiso especial para que le renovaran la documentación y una vez le hackearon el cerebro.Además, es cofundador de la Fundación Cyborg, junto a Moon Ribas, una coreógrafa que quiso experimentar el movimiento de otra forma y se integró sensores en los pies que le ayudaran a captar movimientos sísmicos.
La fundación es una de las más conocidas dela comunidad biohacker. En el mundo hay decenas de ejemplos de personas que han querido mejorar sus «prestaciones» corporales o mentales o suplir alguna carencia a base de chips. Aquí van varios ejemplos. La joven británica Lepth lleva instalados 50 chips en el cuerpo, desde imanes en los dedos que le permiten sentir la distancia entre sus manos y los objetos del entorno además del calor, hasta un chip insertado en la mano que le permite pagar sin tarjetas de crédito. Liviu Babitz desarrolló un dispositivo que se ancla al cuerpo como si fuera un piercing y le conecta con el campo magnético del planeta. El joven Manel de Aguas se ha instalado todo tipo de sensores que le permiten, dice, estar más en relación con la naturaleza. Cuenta con sensores que miden la presión e incluso ha creado un prototipo para percibir cuándo va a llover. «Ahora, gracias a las aletas que tengo incorporadas a las orejas, escucho la temperatura, la humedad y la presión atmosférica», afirma en una entrevista.
La filosofía de estos biohackers linda con el transhumanismo, una corriente que defiende que el ser humano no solo tiene la necesidad, sino también el deber de mejorarse a sí mismo a partir de la tecnología. Harbisson declaraba recientemente recientemente en una entrevista que si nos diseñamos a nosotros mismos, nuestros nuevos sentidos podrían tener un impacto positivo en temas como el cambio climático: «Tener visión nocturna es el ejemplo más obvio, porque no tendremos que usar energía para crear iluminación artificial o podemos comenzar a regular nuestra temperatura, para que no necesitemos aire acondicionado. Las posibilidades son infinitas».
¿Qué es el biohacking?
La tecnología es, hoy en día, tan barata que cualquiera desde un garaje puede convertirse en cyborg o puede modificar sus plantas de casa para hacerlas bioluminiscentes. Los grinders o biohackers de corte transhu mano que mejoran su cuerpo a golpe de chip son la parte más visible de un movimiento más amplio llamado biohacking, que tiene su origen en la biología sintética. «Se trata de crear vida en el laboratorio. Como este objetivo es difícil a largo plazo, lo que se intenta es rediseñar o reprogramar la vida. Se trabaja con bacterias, por ejemplo, para producir medicamentos o combustibles », aclara Antonio Diéguez,Catedrático de Lógica y Filosofía en la Ciencia de la Universidad de Málaga y experto en transhumanismo. De ahí surge otra idea, el «Do it Yourself» o biología de garaje que supone hacer cosas tan sorprendentes como hackear tus propias plantas en casa. De modo general, la corriente amplia del biohacking defiende la ciencia ciudadana y se intenta distanciar lo que puede de los transhumanistas. «Hay teóricos que ven el biohacking como algo inocuo porque la tecnología es rudimentaria aún y otros dicen que puede ser el fin de la humanidad. Una organización terrorista podría hacer un patógeno a la carta desde cualquier lugar », comenta Sara Lumbreras, codirectora de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia de Comillas.
Una parte de las soluciones que plantean los biohackers tienen que ver con ampliar la vida o, mejor dicho, ampliar los años de vida saludable. Aquí el concepto se expande y puede integrar desde aplicar técnicas deportivas o de nutrición para mejorar nuestro bienestar hasta manipular la genética. No en vano, Jeff Bezos ha fichado para su compañía Altos Labs a algunos de los mejores biólogos moleculares del mundo, como el español Manuel Serrano. El objetivo: revertir el proceso de envejecimiento.«El concepto «quantifiedself» se traduciría como medirse uno a sí mismo, por ejemplo desde un Apple Watch o con todo tipo de sensores, como los que ya te miden los niveles de azúcar y son de quita y pon, y usar esa información para optimizar la salud», matiza Lumbreras.
Las posibilidades de aplicar implantes, sensores o productos químicos son infinitas. Los tatuajes de Chaotic Moon se basan en tinta electro conductor ay leds para controlarlas constantes vitales y envían los resultados al teléfono móvil. Por otro lado, un grupo de investigadores de California utilizó un tipo de cloro para conseguir visión nocturna en un humano. Un objetivo más ambicioso mueve el proyecto Neuralink de Elon Musk. Su idea es desarrollar un interfaz cerebro-máquina que permita, gracias a unos electrodos fijados en la cabeza de un ser humano, comunicarse con un ordenador. Ya se han hecho las primeras pruebas en cerdos y monos y en teoría con buenas perspectivas de curar enfermedades como la demencia o el alzhéimer. «Hay mucha investigación en prótesis biónicas y hay algunos chips que ya se pueden introducir en el cerebro para mejorar enfermedades como el alzheimer a través de un electrodo en el hipocampo. Lo de Musk es incluso más futurista», matiza Diéguez
Sin embargo, la pregunta es inevitable porque al igual que se puede leer un cerebro se puede escribir en él ¿Dónde está el límite? El estudio de la optogenética, por ejemplo, consiguió la fama mundial cuando en 2013 se consiguió generar recuerdos artificiales en ratones. En teoría la exposición a la luz puede tener un efecto positivo en el cerebro para tratar enfermedades como los trastornos de sueño o el bipolar, pero ¿podemos estar seguros de que toda esta tecnología no se puede usar por encima de la ética? Solo hay que recordar el caso del doctor chino He Jiankui que conmocionó al mundo en 2018 cuando se descubrió que había editado genéticamente (con tecnología CRISPR) embriones con el fin de generar seres humanos resistentes al VIH y de ellos había nacido tres niñas mellizas. Harbisson también fue hackeado y empezó a recibir mensajes sin sentido directamente en su cerebro. Ahora la conexión con él está vinculada a un NFT. Eso por no hablar de cuando se tuvo que quitar un dispositivo de cronometraje porque se estaba quemando. Y ¿qué sucede con todos esos datos que les cedemos a las compañías privadas a cambio de mejorar nuestra salud? «Las personas que optan por los implantes, aunque sean sencillos, que en realidad no sirven para mucho, se someten a un gran riesgo de salud. En el caso de neuralink nos tendrían que abrir un agujero en el cráneo para instalarnos un chip. Si lo que queremos es usar el aparato para encender la luz con la mente, nos basta con Siri, pero ¿si es para una persona que tiene problemas de movilidad? Ahí empezaría a tener sentido », dice Lumbreras. Para Diéguez, hay mucha propaganda sobre el transhumanismo. Está claro que alargaremos la vida, pero no veo tan claro eso de la singularidad, ese escenario en el que una máquina será más inteligente que las personas o que las personas consigan la inmortalidad a través de sacar una copia de su cerebro a un ordenador. También hay que tener cuidado el día que manipulemos el genoma. El día que tengamos descendientes a la carta las clases sociales se convertirán en clases biológicas».
Chips obligatorios para trabajar
Con la pandemia se extendió la noticia de que en Suecia se estaba obligando a los ciudadanos a llevar un microchip debajo de la piel a modo de pasaporte Covid. Es cierto que en el país escandinavo es legal utilizar dispositivos subcutáneos, que se colocan en la mano y se emplean para actividades rutinarias, entre ellas acceder a los vagones de una compañía de trenes, pero «su implantación es voluntaria y no busca registrar a las personas con fines de control», dice Reuters. Según la publicación de 2019 «The Swedish Chipping Phenomenon» de la Universidad de Lund hay unos 5.500 ciudadanos que se han insertado microchips en sus manos entre 2014 y 2018. Gracias a ellos pueden acceder a oficinas y gimnasios solo con acercar la mano a un lector. Los chips también pueden utilizarse para almacenar información sobre contactos en caso de emergencia.
Por otra parte, cada vez son más las empresas que como Three Square Market que hacen público su deseo de colocar microchips a los empleados para acceder al trabajo.
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