Medio Ambiente
La amplia presencia de arruís atrae hasta el sendero del Cejo de los Enamorados a lorquinos y visitantes
Nunca antes se habían visto tantos ejemplares en la zona
Un ruido inusual sorprende a los senderistas que recorren estos días el Cejo de los Enamorados. Mientras realizan un pequeño alto en el camino y permanecen inmóviles un nuevo sonido llega desde lo más profundo del bosque. Y, a lo lejos, uno, dos, tres, cuatro, cinco y hasta nueve ejemplares de arruís.
"Es una auténtica maravilla poder disfrutar de este espectáculo en un espacio que está junto al casco urbano de la ciudad", afirmaba el concejal de Turismo, Santiago Parra Soriano.
Los sorprendidos son habituales de esta ruta de senderismo, pero también muchos otros que acuden -atraídos no solo por la espectacularidad de esta senda serpenteante plagada de pequeños puentecillos y que hasta hace unos días mostraba entre el acolchado de agujas de los pinos una proliferación de setas que dejaban las lluvias de esta primavera- sino por las leyendas que tienen como escenario el lugar.
"Los lorquinos conocen bien la ruta al Cejo de los Enamorados. Cada día, desde el amanecer hasta el anochecer, la recorren cientos de personas. Es un atractivo más de nuestra ciudad al que pretendemos sumar nueva cartelería específica sobre la flora y fauna que la ocupa", detallaba el edil de Turismo.
Y hacía referencia a los arruís que a uno y otro lado del sendero se dejan ver entre la espesura del bosque de pinos. "Es cierto que alguna vez se ha podido observar algún ejemplar de muflón del Atlas o carnero de Berbería en la zona rocosa del Cejo de los Enamorados, pero nunca en un número tan importante y de forma tan visible".
"Por las informaciones que nos han ido facilitando hay un grupo de casi una decena de ejemplares que se pueden observar, sobre todo, a primera hora de la mañana y al caer la tarde. Aparecen entre la maleza y si se alerta de su presencia desaparecen rápidamente, pero si se guarda silencio permanecen largo rato ofreciendo, como decía, un verdadero espectáculo del que disfrutan estos días muchos lorquinos, pero también turistas", añade.
Los ejemplares adultos tienen un tamaño de 165 centímetros de largo y 110 de altura a la cruz, con un peso de hasta 150 kilos. "Por lo que hemos podido constatar se podría tratar de varias familias, porque hay ejemplares adultos, pero también otros más jóvenes. Y muestran muchos de ellos una larga y densa barba, algo habitual en este tipo de animales", aportaba Parra Soriano.
En el municipio se han observado arruís en zonas como la Sierra del Cambrón, de Tercia, Torrecilla y Gigante-Pericay. En alguna ocasión habían hecho aparición en el Cejo de los Enamorados, en la Sierra de la Peñarrubia, "pero quizás no con este número tan amplio de ejemplares", insistía el edil de Turismo, que recordaba que los expertos siempre habían determinado que el lugar de origen de los que hacían aparición por esta zona podía ser la cercana Sierra Espuña o incluso la Sierra de María, donde es habitual encontrarse arruís.
El Cejo de los Enamorados está plagado de pequeñas fuentecillas a las que acuden no solo a beber arruís, sino también jabalíes, ruiseñores y águilas, además de perdices, tortugas moras y conejos que cruzan la vereda ocultándose rápidamente de los visitantes entre espartos, alcaparras y romeros.
"Sus cuatro kilómetros y medio, con una dificultad baja y un tiempo estimado de una hora y media, atrae a paseantes, senderistas, deportistas, turistas y hasta familias completas que pueden disfrutar de la naturaleza a la vuelta de la esquina", señalaba Parra Soriano.
Entre las leyendas que cuentan tuvieron como escenario este lugar está la de un caballero musulmán y una dama cristiana que sacrificaron sus vidas ante la imposibilidad de vivir juntos su amor. Los dos se lanzaron al vacío desde lo más alto de un risco. Donde perdieron la vida brotó una fuente, la fuente del Cejo de los Enamorados.
La leyenda cuenta que, en las noches de luna llena, se puede oír en el sendero los cascos y el relinchar de los caballos de los que les perseguían y un grito que se pierde en la noche.
Y otra leyenda hace mención a la alberca del siglo XII que se pueden encontrar los visitantes en el inicio de la ruta al Cejo de los Enamorados. La conocida como Balsa de la Reina Mora servía para decantar el agua que llegaba del acueducto del Cejo a la Ciudad. En la balsa, cuenta el romance del poeta y dramaturgo José Ruiz Noriega (1851-1894) que publicaba en El Noticiero de Lorca el 23 de noviembre de 1890, se bañaba una sultana. El sultán, movido por los celos, va a espiarla con un mago y la encanta.
Desde entonces, se mantiene seca. El romance señala que quien quisiese desencantarles, debía subir hasta ese sitio en la noche de San Juan y hacer la señal de la cruz tres veces antes de que se perdiese la última campanada, que anunciase la media noche.
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