Naturaleza e historia
El paraje marcado por una triste leyenda y que parece sacado de la película de "El señor de los anillos"
Un amor imposible y una lucha templaria marcaron todo el destino de un territorio en la época medieval
La Región de Murcia es el escenario de una infinidad de leyendas que bien podrían ser las protagonistas de adaptaciones cinematográficas de alto nivel. Sus paisajes, su historia, y todo el encanto natural de esta tierra son el terreno perfecto para descubrir todo lo que se enconde en sus entrañas, aquello que aúna pasión, amor, lucha, venganza y, de vez en cuando, algún que otro final triste.
Como ocurre con la leyenda de los enamorados de las Fuentes del Marqués. En esta ocasión hay que trasladarse hasta la época medieval, en un territorio llamado Caravaca, bautizado por la Cruz de doble brazo que se erigió como todo un símbolo cristiano de redención y salvación para la humanidad.
Era una época en la que los caballeros templarios conquistaban territorios, y la expansión musulmana llevaba siglos asentada en gran parte de todo el territorio nacional. Y en todo ese revuelo bélico, siempre hay oportunidad para el amor.
Cuenta la leyenda que el joven Jorge, un caballero templario que recientemente se había incorporado a sus compañeros en la batalla, tuvo que superar una "novatada" y pasar la noche a oscuras en uno de los aljibes que surtían de agua al castillo. Una zona abandonada, en la que el hombre no había metido la mano desde hacía años, y por lo tanto, su estado era ruinoso. Por lo tanto, cuando empezó a apartar piedras y restos de la construcción, logró hallar un conducto lleno de alimañas y restos de telas de araña que, sin saberlo, le condujo a través de un largo y sucio paseo.
Al llegar al final del túnel, pudo ver algo que le dejó asombrado: era la joven Hayla, la bella y espectacular hija del rico sayyid, el rey árabe que levantó en esta zona de las Cuevas del Marqués su residencia de verano.
El flechazo entre Jorge y Hayla fue instantáneo. Ambos quedaron prendados por lo exótico de cada uno. Una princesa mora y un joven caballero, cuyos mundos eran totalmente opuestos, pero que habían encontrado en los ojos del otro todo un mundo por descubrir, por conocer, por amar.
Y desde que surgió la chispa del amor, los dos amantes pasaron infinidad de noches juntos. El joven Jorge se reunía cada noche a través del pasadizo, por el cual también escapaba la bella princesa Hayla, dejando esta tierra como testigo de uno de los amores más destacados de las leyendas de la Región.
Hasta que llegó a su fin. Como las grandes historias de amor. Movidos por la curiosidad, los compañeros templarios de Jorge le siguieron una noche para ver por qué se escapaba tanto, mientras que el padre de la princesa, sospechando de las actividades nocturnas de la misma, decidió seguirla también.
De esa manera, en el momento en el que ambos amantes se encontraron al final del camino, en las Fuentes del Marqués, se abrazaron y besaron apasionadamente, al tiempo que también fueron desvelados los séquitos que les habían seguido con sigilo. Los templarios cargaron contra los musulmanes, mientras que éstos dispararon en dirección a los templarios, desatando una lucha que dejó a ambos amantes en medio del conflicto bélico.
Durnate un momento, el rey vio a su hija abrazada a Jorge, y temiendo que la pudieran estar raptando, disparó una flecha para acabar con el enemigo. Pero la fortuna fue fatídica, y dicho proyectil acabó clavado en el costado de la princesa Hayla, tornando sus labios y su rostro más oscuros, perdiendo su belleza y exótico color.
La situación de terror se apoderó de todos los presentes, y preso de la ira, el rey musulmán atravesó esta vez con su espada al templario Jorge, fundiendo a los dos amantes en un abrazo eterno. Antes de morir, los dos cayeron al arroyo de Las Fuentes, cuyas aguas se tornaron completamente frías, gélidas incluso, y de repente, perdieron todo su color como consecuencia del amor arrebatado salvajemente.
El resto de la leyenda, es todo historia. Algunas cuentan que los cuerpos de los amantes yacen en las profundidades del río, protegiendo a todas las parejas que se acercan hasta allí, mientras que otras cuentan que antes de caer, sus cuerpos se convirtieron en agua, lo cual da esa temperatura al río.
Sea como sea, se trata ahora de una zona única, llena de vida, de belleza, que es uno de los rincones favoritos de quienes visitan Caravaca de la Cruz, y que protege y ofrece a todo peregrino sus protección.
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