Opinión

Deporte

Existe una especie de mujer que no hace ejercicio porque, en su innata sabiduría, sospecha que la naturaleza –cuyo sentido de la justicia es mejorable– no se puede sobornar con unos miserables abdominales a cambio de acabar para siempre con la celulitis. No, a la naturaleza no se la convence fácilmente con estiramientos, carreras y dos o tres maratones por semana. Y luego, que lo peor de apuntarse a un gimnasio es que dicen que se debe asistir con regularidad... ¡Como si ella no tuviera otras cosas que hacer! Verbigracia, comprar ropa interior sexy por internet dos tallas inferior, para cuando adelgace los siete kilos que le sobran (porque para eso se ha apuntado a un gimnasio... ¿no? La verdad es que a una no le puede pillar desprevenida un adelgazamiento repentino, sin nada en el armario). Por otra parte, no es que ella sea vaga, dado que se pasa el día trabajando y ocupándose de millones de cosas, muchas de las cuales no le incumben en absoluto, como pagar el seguro del coche, es que sencillamente no acaba de comprender la utilidad del deporte. Porque, vamos a ver, eso de que el ejercicio físico puede ser una diversión, ¿de dónde ha salido? ¿Quién ha dicho que correr es estupendo?, ¿una gacela...? Y no es que ella no haya intentado hacer un poco de gimnasia. Todavía recuerda, con lágrimas de pesar, aquel mes de enero en que se propuso tomar clases de natación. Después de dos días nadando intensamente, tuvo tantas agujetas que rehusó seguir practicando el infernal deporte acuático si no le ponían anestesia epidural. El entrenador se negó, indignado, y a ella no le quedó más remedio que suspender su asistencia al curso. Así que nadie puede decir que no haya intentado hacer deporte como la que más. Incluso se pasó un día entero en Decathlon y se abasteció de todo tipo de complementos. Cuando salió de allí podría haberse dedicado al baloncesto acuático, al kayak (tenían unos bañadores irresistibles), al puenting, a la halterofilia, a la escalada o al adiestramiento de patos salvajes, profesionalmente. Estaba equipada hasta para grabar un reality de supervivencia extrema. Pero es que, si Dios hubiese querido que las mujeres como ella hicieran flexiones, habría asfaltado las calles con chocolatinas... Venga ya.