Opinión

Bañitos

Un tal Baños de la CUP, charnego, tractoriano y de raza superior al resto de los españoles con el mismo apellido, se ha reído de los hablares y escrituras de los andaluces. Qué poco ha leído Baños. La Poesía y la Narrativa de Andalucía en los tres últimos siglos es infintamente más culta, fluida y luminosa que la catalana. Qué poco ha leído Baños. Para mí, que no ha pisado jamás ni el primer metro cuadrado de Andalucía. No conoce la luz. Ni el talento popular que abunda en aquel milagro de los mil paisajes. Ser andaluz. Ortega y Gasset en su «Teoría de Andalucía», nos resume lo que significa ser andaluz. «Frente al hombre de la Tierra Prometida, el hebreo, el andaluz es el hombre de la tierra regalada, el hijo de Adán, a quien le ha sido devuelto el Paraíso». Pobre Baños. Del gran escritor y diplomático Alfonso De la Serna, que al contrario de Baños, pasó más de la mitad de su vida añorando a España desde las lejanías que su profesión le impuso. «Andalucía, jardín de Occidente, rica en pueblos, gentes y civilizaciones; espejo de España, indefinible salvo para los poetas, tierra de la inteligencia, de la gracia y de la buena palabra». Un paleto este Baños, con ese acento de charnego acomplejado que agudiza hasta la exageración el español de Manresa. La literatura, la pintura. Velázquez, ahí es nada. Los puertos hacia América, Roma establecida, la culta Arabia que nos invadió y expulsamos. Ahí se quedó Roma, preponderante. La dehesa, el toro, el caballo. Los olivares que no se mueren y nacen desde la costa a Sierra Morena. El oro verde. Los pueblos blancos incrustados en las sierras de Cádiz y Málaga. Los tajos rondeños. Gloria de los poetas. Poetas, según Ruano, de jardín, como Manuel Machado, de marinas, como Rafael Alberti, de terrazas, como Federico. ¡Vamos, Baños, un esfuerzo y abandona tu ombligo infectado! Los Machado, Alberti, Lorca, Pemán, Rafael de León, Fernando Villalón, Aquilino Duque, Adriano del Valle, Manuel Halcón... Un poco de lectura, para que te empapes de la belleza de la palabra bien colocada, como hacen los escritores andaluces. Lo siento, Baños, pero Espriú a su lado, un tostón pretencioso, y Joan Maragall una desdicha. Con méritos, que eso no se les puede negar. ¿Se puede escribir mejor para sintetizar una inmensidad luminosa? Concéntrate Baños, como haces para situarte el lazo amarillo sobre la tetilla izquierda sin pincharte el pezonerío. De Manuel Machado, tan grande como su hermano Antonio, menos valorado porque fue de derechas: Atento Baños: « Cádiz, salada claridad; Granada/ agua oculta que llora./ Romana y mora,/ Córdoba callada./ Málaga, cantaora./ Almería, dorada./ Plateado Jaén. Huelva, a la orilla/ de las tres carabelas./ Y Sevilla». Así de sencillo, así de insuperable. Su caricatura: «Sabadell industrial, textil/ Tarrasa./ Lérida que arrasa/ en el cerdo y la pera./ Gerona, la frontera./ Tarragona olvidada./ Barcelona arruinada,/ que se fue hasta Grifols./ Y San Feliú muy cerca/ de Guixols».

Baños. Y Juan Ramón, y Romero Murube, y los Quintero y Muñoz-Seca. Te estoy recordando los que ya no están, que los que están, quedan y escriben, lo hacen en un lenguaje infinitamente más bello que Enric Juliana o Pilar Rahola. Apunta, Baños: Manuel Alcántara, Antonio Burgos, Francisco Reyero, Ignacio Camacho, todos ellos herederos de los hermanos De las Cuevas, que nacieron en Madrid y aprendieron a deslumbrar con la palabra en Andalucía. En Ronda, precisamente.

Y fuera de ellos, vivos o muertos, el talento de la copla, la soleá, el fandango, el alma del pueblo andaluz, que nace con la música y la poesía puesta. Eres un paleto, Baños, además de un grosero con la Cultura. Llevas la pesada mochila del charnego acomplejado en tus lomos asnales. Respeta el hablar y el decir de Andalucía, que regala toda la luz que el odio nubla. Y viaja un poco. Sólo un poco, Baños, pero lo suficiente, Bañitos, lo suficiente y necesario.