Opinión

Camarada Buitrago

El Embajador de España en La Habana, camarada Juan José Buitrago, ha rendido en Santiago de Cuba visita y homenaje a la tumba de Fidel Castro. Se ha reconocido «honradísimo de visitar la cuna de la Revolución y la de tantos hechos históricos que han conformado la nacionalidad cubana y de rendir el tributo debido al Apóstol y a Fidel». Reúne el señor embajador camarada Buitrago en el mismo abrazo al Apóstol Santiago y a Fidel Castro, pero mucho me temo que para él, el Apóstol es Fidel y el enterrado, Santiago Castro. El gran Metternich opinaba que un buen embajador, un buen diplomático, está obligado a aparentar de vez en cuando que es completamente tonto cuando no lo es. Pero se dan excepciones. Y creo que el señor embajador del Reino de España en La Habana, camarada Juan José Buitrago, se ha tomado tan en serio la recomendación de Metternich, que no sólo aparenta ser tonto, sino que puede serlo en grado superlativo. Ha elegido para cumplir su extravagante visita, el atuendo de dirigente de la Revolución. Acudir a homenajear al Apóstol Santiago y a los restos del asesino Fidel Castro con la estética de los privilegiados del régimen, no es lo adecuado. Un embajador de España acude a las catedrales y cementerios en los tórridos caribes con un traje de hilo, camisa y corbata. Más aún si el aspecto personal recuerda más a un Comisario de Información Ciudadana que a un embajador de España.

La tumba de Castro no es el lugar de peregrinaje para el embajador de un Estado de Derecho y una democracia occidental. Entre las obligaciones de un embajador no destaca la de visitar tumbas. Creo que por esta vez, y sin que sirva de precedente, el culpable de tan errada designación no ha sido Arriola, sino el ministro Dastis, que es hombre de vuelo confuso, como los zorzales y las tórtolas. El embajador de España en Francia no acostumbra a visitar el sepulcro de Robespiérre, que comparado con Fidel fue una hermanita de la Caridad. Siempre que estoy en Moscú me doy un garbeo turístico por el mausoleo de Lenin, la Momia, pero lo hago para cerciorarme de que sigue muerto y con la curiosidad de comprobar si le han cambiado la corbata. Hasta la fecha lo he visto con corbata negra y corbata verde, pero me ilusiona contemplarlo con una corbata carmesí. Manías y caprichos personales.

Fidel Castro ha sido el gran tirano del siglo XX. Murió multimillonario y empobreció al pueblo cubano hasta la desesperación. Los comunistas españoles son antimilitaristas y gustan de ver como en las manifestaciones golpean las cabezas de los policías. Cuba es un Estado comunista que dedica al Ejército y a las Fuerzas Policiales más del 40% de su presupuesto. Castro ha encarcelado, ha torturado y ha asesinado a los suyos y a los adversarios. Nadie le niega su atractivo y carisma, que los tenía. Pero en lugar de usarlos para mejorar la vida de sus ciudadanos, los utilizó para aterrorizarlos. Está enterrado en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, bajo una descomunal piedra. Carece de interés turístico. No aporta nada. Quien acude a visitar la tumba de Castro no tiene otra justificación que la del sentimiento y el homenaje emocional. Y ese sentimiento y complicidad son los que han llevado al compañero Juan José Buitrago a Santa Ifigenia. La caída del Muro de Berlín y la constatación del fracaso comunista empobreció aún más a Cuba. Raúl Castro, el Chino, hermano de Fidel, ocupó su puesto, y no ha variado un ápice su régimen totalitario y devastador. Un embajador está obligado a la cortesía y el respeto, aunque no se merezcan. Pero no a la adoración pública del sátrapa.

Convendría darle una vuelta a ese nombramiento, señor ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, Estado de Derecho.