Opinión

¿Chiste o insulto?

Nací y me crié en una tierra infinitamente bella y libre, acunadora de derechos, sincera y simpática, puro ingenio popular. Lo demuestran sus carnavales con transparencias y sus letristas, para desazón de algunos. Nada ni nadie que genere actualidad controvertida escapa de la crítica mordaz del gaditano, cada febrero. Eso se lleva a gala y es tradición, patrimonio intocable.

De todos modos, coincidirás conmigo en que, algunas veces, maldita la gracia de algunos graciosos. Del chiste al insulto y a la ofensa hay un trecho de respeto que nadie sensato debería cruzar. Cuando eso suceda, a palabras necias, oídos sordos. Dile a un tonto que no diga tonterías. ¡Imposible!, incluso en mi Cádiz. Dile a un tuitero odiador que no te acose... ¡Utópico! Dile a un oportunista hambriento de repercusión que exponga en ARCO un sencillo bodegón. Se reirá hasta de tu sombra. ¡Dile a Santiago Sierra que no monte un circo! Pero bueno, si el hombre lo estaba deseando. Eufórico debe de sentirse el creador de la serie fotográfica censurada durante unas horas por unas autoridades, como poco, torpes. El pez mordió el anzuelo, el pescador Santiago estuvo en boca de todos. Y encima, le compraron la pieza de la discordia y se embolsó 80.000 eurazos. ¿Quién da más?

España es ese país democrático que se desangra en debates estériles sobre la censura mientras sus principales problemas crecen, sin prisa pero sin pausa. Los presupuestos siguen ahí, congelados. Toman nota del contexto nuestras embarazadas trabajadoras, ahora más desprotegidas por culpa de un tribunal europeo. Lo saben también los mayores, desplegados en las calles estos días. Dándonos ejemplo a los demás, pidiendo soluciones consistentes en vez de subidas de chiste en sus pensiones, o propuestas como parches. Inútil comprarte un espejo retrovisor cuando no te funciona el motor del coche. Pues eso. El Pacto de Toledo está obligado a alumbrar medidas efectivas para acabar con el déficit estructural de la Seguridad Social. Ya asumimos que trabajaremos más años y tendremos que invertir en un plan privado de pensiones. Aun así, ¿se acabará el dinero de la hucha?

Pienso en ello mientras observo, abriendo los informativos, a tantos miles de manifestantes con su enfado y sus pancartas. De repente, veo la mejor de todas: una viñeta inmortal. De Forges.