Opinión
Harturas, higiene y trabajo
Veía el partido de baloncesto entre el Barcelona y el Real Madrid celebrado en el Pabellón del club del «Procés». Pancartas exigiendo la libertad de los «presos políticos» y todas esas chorradas habituales y permitidas por los dirigentes barcelonistas. En un momento dado, una parte del público inició un ensayo coral gritando «libertad, libertad, libertad». Me fijé, y advertí que más de la mitad de los espectadores no participaba del coñazo independentista. Hace un año, y contra el Real Madrid, el pabellón se habría convertido en un clamor nacionalista. Pero también han llegado las harturas a las melancolías separatistas.
La Generalidad ha hecho pública la realidad de su encuesta. La «indapandansia» ha sido abandonada desde la aplicación del 155 por un 8% de sus soñadores, y la DUI sólo es apoyada y comprendida por un 19% de los catalanes. El 40% se mantiene en sus pesadillas de la barretina, y el 54% manifiesta su deseo de continuar en España. El espectáculo de los fugados ha avergonzado a decenas de miles de catalanes. El de Bruselas ha perdido a muchos de sus partidarios, y la de Suiza apenas importa. Mucho de lo que ha perdido Puigdemont lo ha ganado Junqueras, que al fin y al cabo se quedó en España para dar la cara y reconocer sus responsabilidades en el Golpe de Estado, y ya ha superado los 115 días de prisión. Uno alquila un chalé en Waterloo y otro cumple prisión preventiva por riesgo de fuga. Los belgas se manifiestan hartos del zumbado gerundense y los suizos no conceden importancia a la presencia en Ginebra de esa española tan aseada y comprensiva que se mensajea con los restos de la ETA.
Para mí, que el «Procés» sigue con vida gracias, exclusivamente, a las horas que los espacios de información y debate le dedican las televisiones públicas y privadas. La TV3 se mantiene en el Golpe de Estado, pero nadie allí se atreve a criticar a Soraya. Es curioso. Lo de Soraya, quiero decir. El organismo de propaganda del independentismo catalán no ha variado el rumbo de la mentira, el victimismo, la trampa y la independencia. Y ahí sigue, con su descomunal deuda y financiada por los españoles. Inexplicable pero verídico.
Ante el ignominioso y destestable espectáculo que nos ofrece el separatismo catalán, es muy de agradecer la cadena de majaderías que nos está regalando la portavoz de Podemos en el Congreso, Irene Montero. Ahora resulta que las mujeres no leen y no se duchan porque no tienen tiempo para hacerlo. Ha llamado guarras e ignorantes a las mujeres y el femininismo profesional no ha abierto la boca. La denuncia es altamente sospechosa. Quizá sean las mujeres del entorno de Irene Montero las que no se duchan y no leen. Ella aparenta higiene personal, como Rita Maestre, que me figuro habrá llamado a la Montero para quejarse. –Oye tía, que no es así, tía, y lo sabes, que tiempo tienen, tía, pero si no se duchan es porque son así, tía, y tenemos que respetarlas, tía–; –Tienes razón, tía, quizá me he pasado un poco, tía–. Respecto a la lectura, no me aventuro ni con Rita ni con Irene, especialmente con la segunda.
Por si le interesa a Irene Montero le voy a resumir el día a día de mi mujer. Se levanta a las 6 de la mañana. Se ducha. A las 7.30 de la mañana ya está preparando las dosis de quimioterapia de los enfermos de cáncer que acuden al Hospital de Día. Percibe por ello un sueldo que no roza los mil euros mensuales. A las 8 llegan los afectados y a las 15 horas, si todos han sido atendidos, vuelve a casa. Pero hay días que permanece en su puesto hasta que el último paciente se va. Come. Y se sienta en su mesa de despacho y lee y escribe durante horas. Se ocupa de todos los que la reclaman. Diariamente acude a la Santa Misa. Se ocupa de asuntos parroquiales y grupos de oración. Y le sobra tiempo para ocuparse de su familia.
Si desea Irene Montero saber cómo lo consigue, es sencillo contactar con ella.
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