Opinión
Rivera en su ola
Como el surfista que ha agarrado una buena ola, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se desliza sobre su tabla de demoscopia a velocidad tan creciente como inimaginable tan solo hace unos meses. Maniobra midiendo cada movimiento porque sabe que de ello dependerá el evitar darse de bruces contra las rocas y partirse la crisma o por el contrario aterrizar suavemente –esta vez haciendo pie– sobre las orillas de La Moncloa. Rivera sabe lo que es no tener techo en las encuestas tal como ocurría antes de la cita con las urnas de 2015 y acabar, tras una nefasta campaña electoral con cuarenta escaños que después fueron treinta igualmente insuficientes para alcanzar con otros la mayoría absoluta repetidas las elecciones. Tal vez por ello la cresta de la actual ola también conlleva su considerable dosis de vértigo.
El nuevo escenario de socios preferentes arrojándose la vajilla a la cabeza deja claras, al menos tres líneas estratégicas cada una de ellas bien marcadas tanto en Ciudadanos como en partido popular y PSOE.
La primera en la formación de Rivera, definitivamente decidido a pisarles a los populares el despliegue del gran mosaico –el «tifo»– de las propuestas más fáciles de conectar con el votante transversal. La disputa con Twitter como escenario por acaparar la iniciativa de la letra en el himno nacional cantado por Marta Sánchez ha tenido momentos francamente cómicos y es ejemplo sobradamente indicativo. La única línea roja no siempre nítida para Ciudadanos son esas «cosas de comer» que no gustan de ser tocadas por el electorado más favorable a la estabilidad por encima de todo. La segunda línea estratégica, la del Partido Popular ya está trazada en la constancia de que el pacto entre Rajoy y Rivera se encuentra, en este segundo cuarto de la legislatura prácticamente liquidado. Con esa certeza es con la que el presidente del Gobierno, poco amigo de grandes bandazos para remover el agua de las aceitunas tratará de ir quemando etapas con la presentación de propuestas puntuales en el parlamento a sabiendas del efecto «ping pong» que supondrá verlas en muchos casos devueltas por la oposición y con unos presupuestos anclados en la prórroga. Harto difícil llegar a finales de 2019. La tercera es la del PSOE, sabedor de que las escaramuzas entre populares y ciudadanos suponen todo un filón para vender a su potencial electorado y que no es otro más que su argumento de una guerra ajena entre dos formaciones conservadoras por hacerse con la supremacía en el espacio de la derecha y la bendición del Ibex. Con estos mimbres todavía algunos pretenden hacer cestos como el de la reforma constitucional. Pues pónganse cómodos.
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