Opinión

Guardián de palabras

Cuando no hay palabras para definir fielmente el dolor, la rabia y la pena, es porque el golpe ha sido tan fuerte que enmudece la razón y el habla.

Cuando conocemos historias como la de Gabriel, sabemos que no hay palabras que podamos decir o escuchar porque ninguna lograría hacernos entender lo sucedido. No hay palabras que expliquen nada, solo hay sentimientos que lo inundan todo. Las dos únicas palabras que logran canalizar el desgarro resultan inútiles y yermas de todo razonamiento: ¿por qué? No hay porqués, no existen. Aunque alguien consiga dar una respuesta a esa pregunta, nunca lograremos comprenderlo. Intentar razonar la sinrazón es inútil. Procurar encontrar un sentido al sinsentido, siembra impotencia en el ánimo y , en algunos momentos, puede introducirnos en un escenario peligroso y contraproducente. No hay respuestas, como tampoco hay explicaciones, ni razones, ni justificaciones ni aclaraciones. Cuando las palabras no alcanzan a definir un sentimiento es porque el drama es tan grande y tan puro que lo embarga todo. Solo el tiempo permitirá verbalizar el dolor y la impotencia que ahora nos enmudece. Cuando no hay palabras, es el momento del silencio. Y ese silencio, es tan necesario como lenitivo. Hay emociones y pensamientos que no pueden ser verbalizados porque perderían su sentido.

Tiempo y silencio es la única arcilla para dar forma a determinadas palabras. Mejor convertirse en un guardián de palabras, que en un esclavo de ellas. No todos tenemos la grandeza de Patricia, la madre Gabriel, para explicar con bondad, la maldad.