Opinión

Relato

Un suceso es un acontecimiento. La cosa que sucede, diría la RAE. Algo que sobresale de la tónica general. O una contingencia, luctuosa y triste, un hecho delictivo o accidente desgraciado. Cuando se narraba un suceso, hecho o peripecia, y se hacía de palabra o por escrito, decíamos que estábamos ante un relato. Además se denomina «relato» a la transmisión de un conocimiento, y ahora también a un corpus doctrinario bien armado, de forma que pueda usarse con fines propagandísticos, o sea: ideológicos. Narración, cuento, conocimiento y propaganda: el relato no deja de ser un cuento. Y bien contado, muchos pueden «tragarse cualquier cuento» publicitario. No hace tanto, la crónica de sucesos se reportaba basándose en algunos datos policiales aliñados con escasas fotos y el talento del periodista. Hoy, el relato es más completo y complejo que nunca, pues se dispone de una enorme cantidad y variedad de elementos para «enriquecer» la crónica: fotos de Facebook y otras redes sociales del criminal, de las víctimas y de sus respectivos familiares, vídeos testimoniales, audios, radios, WhatsApp, y hasta el historial de búsquedas de Google del finado... Con tanto material, se pasa a la fase de montaje. No es difícil escoger, ordenar y unir los distintos elementos dándoles forma de guión previamente pergeñado, o improvisado. Se edita así el relato hasta ofrecer una narración consistente, que por lo general se emite en bucle mientras nuevas piezas van llegando a la redacción para ser añadidas en lo que puede acabar siendo una historia interminable. Además, el espectador consume los sucesos cómodamente, en tiempo real, en su teléfono móvil, en cualquier lugar, desde el transporte público a su cuarto de baño. Mediante notificaciones instantáneas, el relato se actualiza, articulándose sobre sí mismo e impregnando al consumidor, que lo incorpora a su vida como parte de ella. El espectador de la crónica de sucesos tiene incluso la sensación de que él mismo es parte del relato, dado que colabora activamente en él, y hasta puede añadir su propia contribución –por ejemplo, grabar la calle por la que paseó un delincuente y subirla con un «hashtag» (tema) a las redes sociales, de donde la tomarán al instante las cadenas de televisión, convirtiéndolo así en un intrépido reportero ocasional y, sobre todo: muy barato. (Qué tiempos, oiga).