Opinión
Envidia de Francia
La Constitución francesa está redactada con admirable sencillez. Artículo 1: «Francia es una República indivisible, laica, democrática y social». Artículo 2: «La lengua de la República es el francés». Artículo 89: «No podrá iniciarse ni proseguirse ningún procedimiento de reforma de la Constitución cuando afecte a la integridad del territorio». Conviene recordar que en Francia también se habla el catalán, el occitano, el corso, y el vascuence, pero sin rango de idiomas oficiales. Y en su Código Penal se castiga con dureza la financiación ilegal. Por percibir dinero de Libia para financiar su campaña electoral, el ex Presidente de la República Nicolás Sarkozy, ha sido llevado a dependencias judiciales, interrogado y finalmente imputado por aceptar la ayuda económica del régimen de Ghadafi. En España, Podemos se ha financiado con la ayuda de dos regímenes totalitarios. Irán y Venezuela. No pasa nada. En España, la pretendida reforma de la Constitución impulsada por los partidos separatistas y nacionalistas periféricos, la izquierda estalinista de Podemos y la estúpida facción del PSOE de Sánchez, afecta a la unidad territorial de nuestra nación. No pasa nada. En Francia se sanciona con severidad y penas de prisión los insultos, humillaciones y desprecios a su bandera y su himno. En España, quemar públicamente la Bandera, abuchear el himno, e incendiar fotografías del Rey reciben el amparo de la libertad de opinión y de expresión. En España se admiten, incluso, las amenazas. El 12 de abril de 2013, ya con dinero proveniente del hambre de Venezuela y de la tiranía iraní, la actual portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados, Irene Montero, colgó en las redes sociales este educado y gentil mensaje: «Felipe No serás Rey, que vienen nuestros recortes y serán con guillotina». Con el entusiasta apoyo del PSOE, el Ayuntamiento de la vieja comunista Manuela Carmena, ha aprobado suprimir el nombre de Felipe VI del parque de Valdebebas. Sí, los votos de los sometidos a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. En Francia, la agresión a un agente del Orden público se castiga con gravedad, en tanto que en España se solventa el problema con una pequeña propina. En Francia se limita y se controla el número de contratados y asesores de los políticos nacionales y municipales. En España, estamos pagando el sueldo a centenares de miles de enchufados que viven a costa del contribuyente sin hacer absolutamente nada. En España, el odio y la venganza se han adueñado de la acción política. El proyecto de empeorar la Ley de la memoria Histórica, auténtica bazofia revanchista que el PP ha respetado con su mayoría absoluta, resulta inconcebible. Se castigará con multas de 600.000 euros o penas de prisión cualquier mención positiva o elogio al régimen anterior o a las personas que colaboraron con el Gobierno durante los cuarenta años de autoritarismo. Autoritarismo y honradez, por otra parte. Es decir, que nuestra libertad se limita hasta extremos estalinistas, y estaremos obligados a escribir que la recuperación económica de España, la creación de la Seguridad Social, las obras públicas –pantanos, carreteras, líneas de ferrocarril, puertos-, y las más de dos millones de viviendas protegidas construidas en España durante el régimen de Franco, son obras de Zapatero, el gran aliado de la prisión y el hambre de Venezuela. En Francia hay un Gobierno. En España dieciocho, contando con el que está más obligado a gobernar. En Francia los monumentos se respetan, y no es delito elogiar a Luis XIV, Napoleón o Robespierre.
¿Puede España soportar dieciocho Gobiernos, dieciocho parlamentos, dieciocho cuevas de robos y derroches, y dieciocho reinos feudales? Me temo que no. Pero tampoco puede soportar la falta de rigor y fuerza de quienes tendrían que defender, ante todo, lo que significa España, su Historia y su unidad. Aun así, resistirá. No digo cómo, pero resistirá. Por ahora, con el humor de Tabarnia y su repercusión inesperada.
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