Opinión

Violencia

Afirma Steven Pinker que vivimos la época menos violenta de la historia humana. El filósofo cree que tenemos tendencia a contar la historia de la violencia humana como una saga moral o una lucha de la justicia contra el mal, mientras él observa variables más prosaicas y científicas, como los cambios tecnológicos, las leyes, el comercio o el conocimiento. No cree que debamos entender el descenso de la violencia como una fuerza de progreso imparable (una idea que a muchos nos gustaría creer). Porque el ser humano tiene tanta disposición a distintas formas de violencia como de paz y cooperación. O sea, la misma capacidad para decantarse por la brutalidad que por la concordia y los acuerdos. Sucede que el medio cultural y material de la historia de la humanidad nos ha llevado hacia la tendencia pacífica. Al menos, en Occidente. Hasta la fecha. Pero podríamos haber tomado otro camino. No vivimos en medio de un jardín lleno de senderos que se bifurcan, como diría Borges, sino ante dos opciones: violencia o paz. Si mayoritariamente hemos optado por la paz, se debería más a que nos ha convenido, que al «lado bueno» de nuestra naturaleza. Es fácil comprobar que, a lo largo de la historia, las sociedades pacíficas, como recuerda Pinker, son «más ricas, sanas y cultas, respetan más a las mujeres y practican más el comercio». El primer proceso de pacificación tuvo lugar cuando los humanos realizaron una transición desde las anárquicas comunidades cazadoras a las agrícolas con ciudades y gobiernos, hace cinco mil años. Eso supuso un descenso de una quinta parte de las muertes violentas. Luego, en Europa, entre la Edad Media y el siglo XX, disminuyeron hasta 15 veces los índices de homicidios. Por el camino, fueron quedando atrás la legalidad y tolerancia de la esclavitud, el despotismo, la tortura judicial, las matanzas supersticiosas, la crueldad con los animales, guerras civiles y genocidios, la violencia contra minorías, mujeres, niños, homosexuales... Además, dice, la feminización de la sociedad contribuye a alejarla de la exaltación de la violencia, lo que sumado a la «escalera mecánica de la razón» (el conocimiento y la racionalidad), empuja a las personas a «reconocer la inutilidad de los ciclos de violencia». Así que nos resulta insoportable concebir el asesinato de los niños. Verbigracia.