Opinión
Alcohol, tabaco y famosos
Acudió el Duque a la parroquia para tramitar su boda. Descendiente de Godoy. Fue acompañado de dos testigos. El párroco, que se deshacía de esnobismo aristocrático, se sentía feliz. El Duque cumplimentó el oficio. Nombre de nacimiento, primer apellido, segundo apellido, domicilio, número del DNI y demás minucias. El párroco le preguntó: –¿Estado?–; y el Duque respondió: –En este momento, de alto nivel de alcoholemia–. Después interpretó con más acierto lo que el sacerdote le preguntaba. Si era casado, soltero, viudo, separado o divorciado. –Soltero–. Y a los quince días se casó, fue feliz y jamás hizo daño a nadie.
Se me antoja ridículo el veto que el Congreso de los Diputados se propone aplicar a los famosos que anuncian bebidas alcohólicas. Nadie se atreve ya a protagonizar anuncios de tabaco. Pero el alcohol es otra cosa. España tiene los más variados y mejores vinos del mundo. Desde el milagro de los vinos de Jerez, el Puerto de Santa María y Sanlúcar, a los Montilla, Moriles, Valdepeñas, Rueda, Ribera del Duero, blancos de la Nava, albariños, sidras, chacolí, Penedés, Toro, y La Rioja, palabra mayor. Me dejo centenares en el tintero. El vino en España no se anuncia para producir borrachos. Se hace para promocionar un tesoro y una industria. La publicidad de una marca de chocolates no pretende que los consumidores se atiborren de chocolate y experimenten un episodio hepático. Se anima a su consumo, dentro de una medida. Como el jamón, el chorizo de Pamplona o el queso de Menorca.
Cela anunció un brandy. Sucede que los famosos de ahora no son como Cela. En la actualidad, los que anuncian cervezas y otras bebidas alcohólicas son futbolistas. Isco, Casillas, Beckham... Y eso está mal. Después se enfadan los entrenadores cuando sus futbolistas se presentan en los entrenamientos con una hora de retraso y un aliento a alcohol de imposible justificación. Un deportista puede anunciar ropa deportiva y promocionar urbanizaciones en la costa, pero no cervezas. Del mismo modo que Vargas-Llosa, Pérez Reverte, Plácido Domingo o Ferrer-Dalmau están perfectamente capacitados para publicitar un gran vino de La Rioja o un whisky escocés sin que por ello sean encuadrados en la borrachería. ¿Puede Garbiñe Muguruza anunciar cremas protectoras de rayos solares? La respuesta es afirmativa. ¿Puede promocionar una clínica de adelgazamiento? No. Para eso están Pilar Rahola o quien esto escribe, sobrado de diez kilos, como poco. La publicidad no crea adicciones. La adicción es un problema de cada uno, si bien podría aceptarse la regulación de la coherencia personal en los espacios o anuncios publicitarios. Los huevitos de chocolate con sorpresa en su interior se anuncian para que los niños los consuman con medida. Pero si un padre le compra a su hijo cincuenta huevitos y el niño termina en el hospital, la culpa es del padre y del niño, no del huevito. Lo mismo sucede con las bebidas alcohólicas. Se promociona su calidad y sus virtudes, sin influir en los excesos. Y los famosos, exceptuando a los deportistas millonarios cuya obligación contractual se detiene en la abstinencia, nada malo hacen si protagonizan esos anuncios. Un nuevo modelo de coche lo puede anunciar cualquier famoso. Pero no sería adecuado elegir para ello a un famoso al que le terminan de retirar el carné de conducir por una acción imprudente.
Sobre todo y bajo nada, que lo del Congreso y la prohibición de anunciar cervezas y otras bebidas por parte de famosos, es una majadería buenista. Hay asuntos más importantes a resolver y leyes más acuciantes a presentar, votar y aprobar. Si algo hay que regular, insisto, es la coherencia y la normalidad. No tengo nada para invertir. Pero de anunciarse una promoción con intereses y lo hace Ana Botín o Francisco González, ofrece más confianza al inversor que si lo protagonizan Correa o Jordi Pujol. Y si se trata de publicitar una obra literaria, es preferible optar por la que anuncia Darío Villanueva que la promocionada por Monedero, con sus lágrimas de Orinoco incluídas.
En mi juventud participé –con altos beneficios–, en una campaña de publicidad de whisky. Fui coherente con discreción. Me encanta cuando el sol se desploma, tomar una copa de whisky. Pero no fui coherente del todo, porque anuncié una marca que no es la mía. Perdonable detalle de infidelidad a Justerini & Brooks. El duque de Bedford anunció en sus peores momentos económicos medias de campo de Mark&Spencer. Y Pablo Iglesias no sería admisible anunciando chaquetas de Hackett o de Lester.
Pero bebidas alcohólicas, no sólo hay que anunciarlas. Hay que sentirse orgulloso de la variedad y la calidad de los productos que España ofrece. Eso sí, sin futbolistas, que bastante cobran por darle al balón en estado sobrio.
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