Opinión

En la 601

Se hallaba la 601 al fondo a la derecha de la sexta planta. La habitación contigua, en la que dormía Jesús, su mano derecha y ayuda de cámara, se usaba de desahogo y secretaría durante el día. Teodoro de Leste, hoy contralmirante, Rocío Ussía, Teresa Espadas, y los doctores García-Tapia y Azanza. El paisaje de Don Juan era estático. Su nombramiento de capitán General Honorario de la Armada. Fotos con sus hijos y nietos. La Virgen del Pilar y la Virgen del Carmen, y un pequeño aparato de televisión que no funcionaba. En su habitación, frente a su cama, un crucifijo. Libros y periódicos. Se alimentaba artificialmente con una sonda, pero se sentaba a la mesa para acompañar a sus amigos. El surtido de fritos de la Clínica Universitaria era extraordinario. Don Juan lo miraba con envidia.

Una tarde fueron a visitarlo unos viejos amigos que venían de Lourdes. Le llevaron una imagen de la Virgen. Don Juan, para no contrariar su buena fe, ordenó que la colocaran entre la Virgen del Carmen y la del Pilar. Cuando se fueron los devotos lourdianos, Don Juan llamó a Jesús. -Jesús, coloca con mucho respeto esta imagen de la Virgen de Lourdes en tu habitación. Como comprenderás, entre la Virgen del Pilar y la del Carmen, la virgen francesa no tiene nada que hacer-.

Durante meses, de viernes a domingo acudí a Pamplona. Siempre comíamos y cenábamos en la 601. Don Juan soportaba con resignación y buen humor su deterioro. Se moría un marino. Aguantaba los dolores sin quejas. Si el Rey iba a visitarlo, esperaba a su hijo a pie firme en el vestíbulo, junto a los ascensores. Gaitanes le informó que su leal amigo santanderino, Fernando de Pereda, le había ofrecido un millón de pesetas para contribuir a los gastos de la clínica. –Acéptalos. Ahora mismo le escribo una tarjeta de agradecimiento. Y le devuelves el millón de pesetas con la tarjeta inmediatamente después de mi muerte–. Y así se hizo.

Jesús Cacho, escribiría más tarde que Mario Conde se había hecho cargo de las facturas de la Clínica Universitaria. Don Juan pagó su estancia y su muerte íntegramente. Desde el 16 de julio de 1992 al 24 de abril de 1993, transferencia posterior a su fallecimiento, el conde de los Gaitanes, su Intendente General, dispuso de la cuenta corriente de Don Juan de la totalidad de las cantidades registradas en las facturas, cuya suma se concretó en 15.496.942 pesetas. Las facturas se enviaban a SAR Don Juan de Borbón y Battenberg. Conde de Barcelona. Palacio Real. c/ de Bailén. 28071 Madrid. Cabe destacar que los honorarios de los doctores Rafael García-Tapia, Azanza y Moncada sumaron entre los tres cero pesetas.

Don Juan viajó moribundo de Pamplona al Monasterio del Escorial, para recibir los restos mortales de su queridísimo hijo Don Alfonso. Cuando terminó la ceremonia, experimentó lo que ahora llaman un «subidón». Había cumplido al fin, con su promesa. Que todos los suyos descansaran en España. Alfonso XIII, la Reina Victoria Eugenia, la Infanta Isabel, su hijo Don Alfonso, y sus hermanos Don Alfonso, Don Jaime y Don Gonzalo, su hermano del alma. Y aquella Navidad, la última cumplida, la pasó en Madrid. Durante una cena en su casa, le oí quejarse levemente por primera vez.

A partir del 20 de febrero dejé de ir a Pamplona. Se rodeó de Doña María, sus hijos y nietos. Se fue durmiendo poco a poco. Se despidió de todos. El doctor García-Tapia calificó de «estremecedor» el último abrazo de padre e hijo.

Hoy, en el Escorial, rezaremos por aquel patriota que tanto amó a España y tanto hizo por Ella. Ola sur del Guadarrama. Rey sin trono, pero Rey en todos los sentidos. Calumniado, difamado, perseguido y finalmente triunfante. «Sólo tengo lo que he dado». Y nos dio todo, incluso a los españoles que intentaron humillarlo. El Rey metido en el corpachón de un hombre bueno.