Opinión
Trampas en el solitario
Cristóbal Montoro ha hilvanado con oficio los Presupuestos que le encargó Mariano Rajoy. El líder del PP elude, siempre que puede, abordar los detalles. Espera que su equipo le interprete sin necesidad de muchas explicaciones. El IVA del cine es un ejemplo paradigmático. «No lo sabemos y no lo sabremos nunca», como escribió otro gallego ilustre, Gonzalo Torrente Ballester, si Rajoy dió instrucciones a Montoro o si el ministro se adelantó y aceptó la exigencia de los cineastas de rebajar su IVA del 21 al 10%. El asunto no tiene trascendencia fiscal, pero es un indicio de que algo chirría. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias e incluso Albert Rivera, porque es popular, estaban dispuestos a crucificar al Gobierno por el IVA del cine y, claro, ante batallas menores, lo mejor es pactar y adular al artífice del acuerdo, en la mejor tradición laudatoria del romano Veleyo Patérculo, muy leído por Anson.
La reducción del IVA del cine, concesión del Gobierno a un sector tradicionalmente hostil, figura en los llamados «beneficios fiscales» de los Presupuestos. Aparece en la letra pequeña, pero su trascendencia tributaria es enorme. El conjunto de esos beneficios fiscales –IRPF, sociedades e IVA– supone una reducción de ingresos para el fisco –lo del cine es anecdótico– de 34.825 millones de euros, de los que 20.515 millones corresponden a reducciones del IVA. Sin esas desgravaciones, casi no habría déficit y sobrarían fondos para otros asuntos sociales. Ese el secreto fiscal de los idealizados países nórdicos, un IVA del 25% casi sin excepciones, pero, claro, asumir ese modelo es impopular y en España casi todos prefieren hacerse trampas en el solitario fiscal.
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