Opinión

La última comida de Gabriel

Las madres solemos hacer macarrones cuando la hora de la comida se nos echa encima, es el recurso más práctico y los niños jamás se lo toman a mal, les encanta la pasta casi sin excepciones. Me dicen las vecinas de Las Hortichuelas que la familia de Gabriel hizo macarrones para comer el día de su desaparición. Regresaban tarde de hacer unos recados en el pueblo cercano y salieron del paso de esa manera. Después salió el niño a jugar con los amiguitos y no regresó más. La abuela repartió las sobras para los perros y se metió en casa, dejando a Ana Julia fuera, llamando por teléfono. El magistrado instructor Rafael Soriano ha solicitado al Instituto de Toxicología de Sevilla un análisis de las muestras de comida recogidas en el estómago del niño en la autopsia en el Instituto de Medicina Legal de Almería. Quería establecer si el niño fue alimentado durante su secuestro. El informe aportado ahora al Juzgado de Instrucción número cinco ha resuelto ésta y otras incógnitas terribles.

Gabriel Cruz Ramírez no sólo no tomó nada más después de aquellos macarrones, sino que murió asfixiado entre una y dos horas tras la ingesta. El dato revela que Ana Julia Quezada tenía un claro propósito y no perdió el tiempo ni esperó para llevarlo a cabo. Una cosa tan sencilla, tan alegre para un crío como un plato de pasta cierra ahora el círculo de la acusación a una mujer sin escrúpulos.