Opinión
Toca seguir en «boxes»
Pocas veces se había anhelado tanto la intervención final a cargo de Mariano Rajoy para poner cierre a una convención o a un congreso nacional del Partido Popular. Del discurso del presidente se esperaban días atrás anuncios programáticos que habrán de esperar un mejor momento estratégico tras la «marea Cifuentes».
Tocaba reafirmar al gestor eficaz de siempre, ese al que ponemos cara frente a los nubiles de Ciudadanos. Sin embargo, el que más y el que menos lo que deseaba era agarrar el volante, poner rumbo a Santa Justa o al aeropuerto y cerrar la persiana a un escaparate que pretendía mostrar todo el músculo de la –mientras no se demuestre lo contrario– organización política más importante de este país, pero que no ha podido durante estos tres días disimular esas dosis de melancolía propias de quien sigue tumbado en el diván acosado por sus fantasmas del interior y el inmisericorde fuego cruzado del acoso exterior.
Más que agridulce, el sabor dejado por el cónclave entre dirigentes y cuadros populares se correspondía con la insipidez propia de lo que queda por ventilarse.
La «mascleta» de euforia pretendida este fin de semana no ha podido ser y lo que ahora toca es volver a picar piedra. Se trata de evitar que la legislatura entre en descomposición y de recuperar el relato frente a una marea naranja que, temerosa de cometer errores en su avance, remueve el árbol lo justo para recoger nueces. Frenar en definitiva ante el horizonte de los próximos comicios municipales y autonómicos, la sensación de que el PP es una gran estructura cuyos cimientos crujen y en la que sólo Rajoy es clave de bóveda.
El trabajo de Genova-13 ha sido titánico desde hace semanas en la preparación de lo que en Sevilla tenía que ser una entrada en «boxes» con las consiguientes reparaciones y ajustes mecánicos y repostando para lanzarse hacia el final de carrera, pero los tiempos en política no se eligen y las energías se han acabado gastando en parar golpes y achicar aguas. Lo de la ministra socialdemócrata alemana Katarina Barley mimando a Puigdemont acarreó no poca desazón en un partido cuyo principal gen de origen es la unidad de España, pero el peso sobre las botas era un asunto Cifuentes que ha ido mutando cada día y casi cada hora para moldear un discurso oficial de distintos tonos según fuera interpretado por Cospedal, Núñez Feijóo o Saénz de Santamaria por poner tres ejemplos y que queda al albur de lo que determine la investigación. Se buscaba en Sevilla poner alas a los pies, pero se sale con la angustia de quienes pueden permitirse casi todo, menos perder Madrid.
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