Opinión
Con librea
En el año 1911 ya tenía el Real Madrid su publicación periódica. «El Diario del Real Madrid», que «El Mundo» ofreció en facsímil en el centenario del Real Club madrileño. Gracias al doctor Garrido-Lestache, hijo de un delantero madridista de aquellos tiempos, he tenido acceso a sus deliciosas crónicas. En 1911 ya era el Athletic de Bilbao un gran club con pretensiones británicas. Disputaban una final al Español de Barcelona y los bilbaínos intentaron colar en el equipo a tres futbolistas ingleses de matute. Fueron descubiertos, y al ser interrogados por la Policía, los tres adujeron que eran sordomudos. El Real Madrid pasó por durísimos trances económicos. Lo salvó de la quiebra su presidente Adolfo Meléndez, teniente de Intendencia en la guerra de Marruecos. Estableció un sistema de control honesto y militar –lo uno va con lo otro–, y el Real Madrid se recuperó. Nueva prueba de la obsesión británica del Athletic de Bilbao. Titular a cuatro columnas: «Hieren a Méndez con una llave inglesa». Méndez era contrincante y no fue agredido en San Mamés, que aún no existía. Un grupo de aficionados del Athletic, enfadados con Méndez, acudieron al hotel, aporrearon su habitación y cuando Méndez abrió la puerta creyendo que se trataba de un camarero con una botella de agua, irrumpieron en su cuarto y le abrieron la cabeza con una llave inglesa. Siempre Inglaterra. A finales del siglo XX le preguntaron a una mujer de familia muy nacionalista dónde se ubicaba su casa en Neguri. –Muy fácil. Llegando de Inglaterra, la tercera calle a la derecha–.
En el año 1921 se suceden las grandes noticias. El Athletic de Bilbao vence por 4-1 al Atlético de Madrid la final del Campeonato de España, Copa de S.M. El Rey Don Alfonso XIII. El titular no sería en la actualidad bien recibido por la afición colchonera. «Los vizcaínos se imponen 4 a 1 a la Sucursal». Y juega en el Real Madrid Santiago Bernabéu, que compagina la defensa de los colores blancos con su participación en otros partidos amistosos disputados con las camisetas del Athletic, el Real Unión de Irún y el Stadium de Oviedo. Jugaban en diferentes equipos simultáneamente. Mi difunto padre fue internacional de España –creo que en un partido sin trascendencia–, de Hockey sobre Hierba. Jugaban en San Sebastián contra Francia, pero a tres jugadores españoles se les pegaron las sábanas y no llegaron a tiempo. Francia prestó a España los tres sustitutos, y España venció por 3-2. Los goles españoles fueron marcados por Legardiére, Dupont y Polignac. Menos mal.
Pero la gran noticia de 1921 es la gran novedad que anticipa el presidente del Real Madrid don Padro Parages. No se trata de una noticia de fichaje sonoro. Es de una cuestión de estilo, eso que ha establecido durante más de un siglo las diferencias entre el Real Madrid y el Barcelona, «ese club suizo», fundado por el helvético Gamper. La noticia es la que sigue, y mucho me enorgullezco cada vez que la leo: «Los acomodadores del Real Madrid vestirán con gorro y librea». Y el presidente justifica su decisión -y del resto de la Junta Directiva-, con esta sabia adopción de postura: «No queremos, que, como en otros clubs (sic) los acomodadores lleven gorras de pana y alpargatas».
Y permítanme que les escriba, casi un siglo transcurrido desde aquella memorable decisión, que ahí se estableció la diferencia entre el Real Madrid y el resto de los clubes de fútbol. La imagen es lo primero que tiene que impresionar. Acomodadores con ros y librea. Con dos narices. No me atrevo a proponerlo en los tiempos actuales, pero sí a recordarlo para que los nuevos ricos de Tractoria sepan la diferencia que existe entre un palacio y un chalé adosado.
Y soy, dentro de lo que cabe, bastante imparcial.
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