Opinión
Día de
Día del espectador, del padre, de la diversión en el Trabajo, de la salud mental, día mundial del sueño, día del número Pi, de la felicidad, del gato, del soltero, día mundial de la marioneta, de Star Wars, del beso y la chirimoya... Incluso Día del Orgullo Zombie. El año, por lo general, tiene 365, pero nos faltan días para conmemorar. Vivimos un cambiazo secularizante, que seguro incomoda a los más devotos: porque se está sustituyendo el santoral por «el día de...» laico. Enfermedades y fiestas, cultura pop y empresas de concienciación social. Todo tiene su día para rememorar. Antaño, se celebraba la Bendición de San Antón, la Romería del Rocío (bueno, esas todavía se festejan), Las Cantaderas y San Fructuoso, San Policarpo y San Rufino, San Simplicio y San Endeo, San Zósimo y San Perfecto. Antes y durante el franquismo, incluso los encargados del Registro Civil tenían la orden –no sé si respaldada por alguna ley, o «recomendada» de manera informal– de encasquetarles a los recién nacidos el nombre del santo del día. Pero los días estaban tan repletos de santidades que, a veces, se celebraban tres o cuatro a la vez, con lo que el probo funcionario no lo dudaba: le colocaba al bebé el nombre más extraño, sonoro y ridículo de los que protagonizaran ese día de su nacimiento. Así, el padre iba a registrar a su hijo con el nombre de Juan, verbigracia, y salía de la oficina temblando, con un papelito donde decía que su pequeño se llamaba Abundio Juan, solo porque había tenido la mala suerte de nacer un 8 de julio. Explicaban que lo hacían para que los nombres «no se perdieran», como si el nombre de Abundio («eres más tonto que Abundio», solía decirse en aquella época) y otros igual de chirriadores formasen parte de una biodiversidad filológica o cristiana que había que proteger. En vez de facilitarles una honrosa extinción, los santos de nombre atronador y caricaturesco revivían en las partidas de nacimiento de las pobres criaturas que, contra la voluntad de sus padres, los llevaban puestos hasta el fin de sus días con el oprobio de una buena cornamenta. Esperemos que «el día de» no siga aquellos pasos registrales y acabemos con niños nombrados Usabilidad, Zurdera u Orgasmo Femenino.
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