Opinión

Adictos en todos los siglos

Dicen que en el siglo XXI nos hemos vuelto adictos a las series, que no podemos vivir sin Netflix y que si nos quedamos sin ver las novedades acabamos por estar fuera de la conversación. Pareciera que esto es algo nuevo y distinto, que tiene que ver con la modernidad, pero, en realidad siempre ocurrió. O al menos en el siglo XX, desde que la pequeña pantalla hizo su aparición. Los que tenemos una edad, recordamos aquellos días en los que los títulos de las series más afamadas no eran en inglés ni se podían ver de una tacada, pero que nos tenían igual de enganchados, si no más.

Como muestra Aquel «Hombre rico, hombre pobre» que hizo famosos a Nick Nolte y Peter Strauss que nos tenía en vilo semana tras semana. Durante las que duraba la serie (aquella como la de «Raíces» o tantas otras), cambiábamos exámenes o agendas con tal de no perdernos ni un solo capítulo. El día de la emisión, las ciudades, de pronto, se vaciaban y no había bar o restaurante que no se resintiera. Ni los partidos de fútbol causaban tanta expectación.

Y pobre del que no cumpliera con el rito, porque quedaba totalmente apartado de la charla estudiantil, laboral o social del día siguiente, donde se discutían los pormenores de esa hora escasa que se había compartido con un país entero. ¿Cómo ir a trabajar, a la facultad o incluso al colegio sin saber quién era el perverso Falconetti, cuando no se hablaba de otra cosa? Las series siempre han enganchado, lo único que lamento es que en el XX permitían leer entre capítulos y en XXI parece que impiden hacerlo.