Opinión

Comicios legendarios

A lo largo de la Historia, ha sido la vanidosa presunción de inteligencia lo que ha creado a los políticos más orgullosos, más tontos y más tercos del planeta. Mañana será Sant Jordi en Barcelona y sobre el día del libro (el verdadero patrón del país catalán) planeará el dragón de unas nuevas elecciones regionales en menos de un mes. Todo debido a que los separatistas son tan ineptos que no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Lo mejor es que este asunto podría resolverse en veinticuatro horas. Bastaría que eligieran a uno cualquiera de los miles de integrantes capaces que hay en los partidos independentistas que no tienen causas pendientes con la justicia, pero Puigdemont no quiere soltar su poltrona, aunque ese trono sea ahora mismo bastante cutre y más que cojo.

Para conservarlo, lo último que le convendría es que se plasmara la mayoría independentista en el Parlamento regional, cosa que le dejaría a él en el paro. Pero no puede decirlo en voz alta, porque siempre ha posado de ser super-independentista y no puede reconocer en público que entre su amor patriótico y el amor a su chollo, elegir lo segundo es lo que realmente llena sus ansias. Ya conocemos su capacidad para decir una cosa en público y otra en privado desde la espectacular pillada de sus mensajes a Comín.

Dado que tan solo con que Puigdemont se apartara, ya tendríamos gobierno y se levantaría el 155, cosa que desean tanto los independentistas como los catalanes que no lo son, Puchi anda buscando la manera de crear una leyenda para justificar que no lo hace. La última ocurrencia de este cerebro privilegiado es, como siempre, echar la culpa de todo al Gobierno central y decir que «hay gente en Madrid moviendo los hilos que quiere elecciones».

No te lo crees ni tú, querido Puchi. Aquí, al único de los siete millones de catalanes que le conviene unas elecciones es a ti, a ver si así rapas algo mejor que la última vez y retrasas de nuevo un poquito más tu triste y grotesco final.

Por supuesto, crear leyendas con toda una televisión pública a tus órdenes propagandísticas es más posible que en otros lugares democráticos, pero así y todo no es inteligente. La insistencia desde el poder está haciendo que el lazo amarillo empiece a parecer la esvástica o la hoz y el martillo. El exceso de lagrimita en la propaganda empieza a sugerir que todo esto del separatismo es una cosa rancia, de asilo de yayonas talibanas conspiranóicas, donde van a ir a parar en un final grotesco e indigente todos los que estuvieron implicados en Convergencia junto a un desdentado Artur Mas.

Las leyendas pueden difundirse desde TV3 y bastantes dogmáticos las comprarán, pero no es inteligente hacerlo porque cansados y enfrentados a una nueva campaña y a unas nuevas elecciones, los catalanes irán constatando la pérdida de prestigio del catalanismo, su incapacidad para hacer cosas. ¿Cómo se puede ser tan memo como para pensar que la mayoría de catalanes nos vamos a creer que repetimos elecciones y no se levanta el 155 por culpa del gobierno central? Si sólo con colocar ahí a Ferran Mascarell (por citar un nombre cualquiera de alguien capaz) se arreglaba todo. Una verdadera inteligencia tomaría con cierta prudencia la saturación legendaria. Pero recomendaría no hacerse muchas ilusiones sobre la sagacidad de gente a la que los cámaras de Tele 5 les pillan públicamente altos mensajes de estado en móviles o que, también, son detenidos luego en una gasolinera, como «el Vaquilla», por una patrulla policial de tráfico.