Opinión

Morir a los 28

La vida tiene sus cosas y, con «cosas», me refiero a sus sinsentidos. Casi al mismo tiempo que fallecía la persona más longeva del mundo, Nabi Tajima, a los 117 años y 260 días de edad, el compositor y DJ Avicii moría a los 28 años. Nadie debería morir a esa edad. Suena a algo injusto, improbable, extraño, como si decir 28 años diera a entender que se es joven para fallecer, como si hubiera alguna edad buena para morirse. No hay edad para aprender, ni para amar, ni para cagarla, ni para mentir, ni para trabajar, ni para empezar a pintar, a conducir o a escribir un libro. En realidad, la edad no existe más que en los documentos oficiales, se ha convertido en simples dígitos embaucadores; ni siquiera sirve ya como indicativo de nada. Hasta que mueres, y entonces alguien mira tu edad como queriendo saber si te has ido antes de tiempo, como si el tiempo y la vida guardaran cierta lógica.

No conocía la vida de Avicii; la he conocido a raíz de su muerte. Pero cuando a los 28 años lo tienes todo – talento, trabajo, amigos, lujos, placeres, millones de dólares, millones de seguidores–, y sigues queriendo más y más –como él mismo reconocía con pesar– algo no cuadra, y no es la edad. ¿Quién, a los 26 años, se retira por agotamiento y por un exceso de vida? Probablemente quien muere a los 28. La vida y su sinsentido. Va a tener razón Sartre, todo ha sido descubierto salvo cómo vivir.