Cantábrico, 1; Mediterráneo, 0

Unai Sordo, secretario general de CCOO y vasco, sindicalista digital del siglo XXI, sabe que ha cambiado el paradigma sindical y detecta movilizaciones novedosas. Los trabajadores ya no se identifican con fábricas y cadenas de montaje. Los pensionistas, y pensionistas acomodados, pero dependientes de su paga mensual, son los nuevos abanderados de la protesta. El PNV de Urkullu y Ortúzar también lo ha descubierto, quizá porque la plaza del Ayuntamiento de Bilbao es la zona cero, los lunes al sol o a la garúa de el Bocho, de una vanguardia social, talludita y acomodada, que exige preservar lo adquirido. El caldo de cultivo perfecto para que los conservadores del PNV, con pedrigree progresista, se apunten un tanto frente al Gobierno de turno, que ahora es el de Rajoy.

Montoro lo explica hace semanas. Desde la Moncloa envían el mismo mensaje: «Los del PNV son serios. Serán más o menos independentistas, pero saben qué es posible y qué no». Nadie lo sugiere en los aledaños de Sáenz de Santamaría, pero es el Cantábrico celta frente al Mediterráneo fenicio. Cataluña es diferente, aunque la vieja alma convergente y burguesa revive cuando el PDeCAT colabora para «desokupar» a los «okupas».

Los Presupuestos son muy importantes, pero suenan a sánscrito a la mayoría de los españoles. Todo se reduce al mantra, esgrimido por los socialistas de todos los partidos -incluidos los del PP-, de las bondades del gasto social, porque entienden que gobernar es gastar. En el PNV han sido más prácticos. Dan oxígeno al Gobierno y se apuntan el tanto -que entiende todo el mundo, sobre todo su parroquia- de la subida de las pensiones y de la hibernación del factor de sostenibilidad, que es otra manera de bajar las pensiones, digan lo que digan los expertos de Fátima Báñez. Y como remacha Aitor Esteban, portavoz parlamenario del PNV, la negociaciòn empieza ahora. El PNV pedirá más, pero por ahora: Cantábrico, 1; Cataluña, 0. Puigdemont, mientras, sigue a lo suyo, que no son los Presupuestos ni las pensiones.