Opinión
Aquelarre en Aquitania
Desconocedores de lo que han supuesto décadas de terror marcadas a sangre y fuego, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan y el político norirlandés presidente del Sinn Fein Gerry Adams, más que amortizados ambos en la escena política mundial, se convertirán esta semana en las «primas donnas» del «encuentro internacional» montando en la localidad de Cambo les Bains en la Aquitania francesa para escenificar, en un acto de propaganda y de desprecio a la verdad sin precedentes, la disolución de la banda terrorista ETA. Llegados por lo tanto a otro punto en el que pretende instalarse una nueva «post verdad» a propósito de la más terrible lacra sufrida por la sociedad española hasta la fecha, convendría poner a cada cual en su sitio, empezando por el llamado «grupo de contacto» que auspicia el encuentro con el abogado surafricano Brian Currin a la cabeza, eterno aspirante de relleno a las quinielas para el Nobel de la paz que se ha quedado en meritorio por el cobro de pingües minutas.
Sin rubor ni disposición alguna a profundizar en la realidad de lo ocurrido en estos años, se lanzan a pregonar el necesario avance hacia una «paz duradera», no aluden ni por asomo al término «terrorismo» para catalogar las actividades de la banda, ni siquiera citan el nombre de ETA y lo que es más lamentable asumen un argumentario de la organización que desprecia a las víctimas estableciendo distingos entre unos y otros muertos y situando a los verdugos a la altura de aquellos inocentes a quienes segaron las vidas. Lo de este viernes en Cambo les Bains solo puede merecer la consideración de acto en pos de la amnesia, una propuesta más de reescribir la historia reciente bajo el relato de un enfrentamiento civil entre hermanos originado por diferencias religiosas o políticas. Hoy, con ETA derrotada por la acción policial y judicial y la colaboración internacional sin negociación alguna de igual a igual con el Estado de derecho, lo que queda es una sociedad vasca todavía bajo el trauma de las atrocidades en nombre de Euskadi, quedan las familias de las víctimas exigiendo, más que justicia memoria, y quedan por esclarecer más de trescientos crímenes de la banda, elementos que difícilmente casan con los eufemismos de un acto propagandístico que en nada se corresponde con esa realidad. Han sido vencidos por todos los demócratas, no obtendrán beneficios y no conseguirán voltear la realidad de la historia. A ETA solo le queda la disolución definitiva y pedir perdón a todas las víctimas de sus crímenes. Solo así comenzarán a cauterizarse las heridas para que cualquier ciudadano pueda entrar libremente en bares como los de Alsasua.
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