Opinión
Nostalgia de una huelga
José María Álvarez, astur-catalán, 62 años recien cumplidos y secretario general de UGT, es quizá el último de los líderes sindicales forjado en la fábrica, el comité de empresa combativo y el piquete. Todo ha cambiado mucho desde que inició sus pinitos sindicales en un sector histórico como el metal. Unai Sordo, vasco, 45 años y secretario general de CCOO, intenta impulsar, sin abjurar del pasado, el sindicalismo cuasi digital del siglo XXI, en un escenario laboral que, como él mismo admite, no se parece al de otras épocas y en el que los trabajadores no responden a los parámetros clásicos. La celebración del 1 de mayo, como fiesta del trabajo, hace tiempo que perdió su esplendor de hace décadas, en España y en todas partes. Ayer no fue una excpeción, aunque es posible que las manifestaciones estuvieran algo más nutridas, solo algo.
En una mañana de una «primavera que promulga sueños», como susurra el verso de Pere Gimferrer, las reivindicaciones desbordaban lo laboral e incluían, por ejemplo, la indigación popular por la sentencia de «La manada». Álvarez y Sordo, que intentan tomatr el rebufo de las protestas de los pensionistas, reclaman -para ya- aumentos salariales «porque la recuperación debe ser para todos». Si los salarios crecieran como la productividad, deberían subir el doble, argumenta el líder de CCOO, mientras el de la UGT advierte sobre futuras movilizaciones. «Donde hay sindicatos, las cosas van mejor», dijeron ayer los sindicalistas. Los sindicatos, lo repetía con frecuencia el histórico presidente de la patronal CEOE José María Cuevas, son necesarios e imprescindibles. Sin embargo, quizá durante demasiado tiempo defraudaron a su parroquia y ahora tienen el reto de resurgir en un mundo diferente, como ha detectado Sordo. Álvarez, más tradicional y que ve cómo avanza su mandato, acaricia la idea de una huelga general, en la estela de sus predecesores.
Por ganas no quedará, pero es consciente -y lo dice- que dependerá de la capacidad de movilización y no está clara. En resumen, si Álvarez y Sordo están convencidos de que pueden parar el país –o hacer que lo parezca– habrá huelga general. Si, por el contrario, no ven ambiente suficiente, habrá revuelo, pero todo quedará en la nostalgia sindical de una buena huelga. Veremos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar