Opinión
Curioso
Resulta curioso oír a algunos afiladores de cuchillos profesionales que ahora parecen haberse dejado embargar por la ternura, dando ostensibles muestras de «compasión humana» ante conductas inapropiadas, y actos involuntarios, que de repente emergen, como despojos del pasado, en la vida pública de personajes políticos que ascendieron a las alturas... y desde ellas cayeron. Descalabrados al no poder, o no querer, darse cuenta de que eran lo que eran, no por sí mismos, sino por la silla que ocupaban (el chupaasientos no progresa por méritos o talento, sino por designación analógica de otros más poderosos).
Mientras que la plebe, los que pisamos alfombras de alquitrán o de barro, en vez de mullidos tapices de palacios oficiales, somos menos proclives a mostrar demasiada misericordia hacia la mentira o el delito del que nos gobierna. Dice el caritativo de lance: «Nadie es tan limpio que pueda tirar la primera piedra». Y nos prohíbe «ensañarnos» con «la debilidad y la enfermedad» de políticos pillados en ignominiosa acción y/o infracción. Si bien yo creo que no hay nada más legítimo, lógico, justo y necesario que el hecho de que los gobernados reprueben con severidad a sus gobernantes cuando los sorprenden en faltas. Sobre todo porque tales gobernantes jamás sienten lástima por sus gobernados, aunque estos últimos no cometan tacha alguna (al contrario que ellos). Son los gobernantes quienes obligan a vivir a los gobernados bajo sus normas y leyes, ¿qué menos que exigirles que cumplan lo que ellos mismos dictan para los demás, con quienes jamás muestran miramientos...?
Verbigracia, en un país donde se pusiera a una persona cleptómana al frente de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, o que encumbrase a las más altas responsabilidades culturales a quien a duras penas terminó el bachillerato, o que nombrase a un vampiro inspector de los Donantes de Sangre..., ¿se podría exigir mucha tolerancia al sufrido ciudadano...? No se puede exigir tanto al ya martirizado vecino: solo faltaría que le arrancasen a tiras también la compasión. En fin. Que tengo varios amigos que, ante el séptico panorama que padecemos desde hace demasiado tiempo, están buscando desesperadamente trabajo en el extranjero porque se quieren largar de España. Yo, por el contrario, no deseo irme. Para nada. Me quiero quedar, a ver cómo termina esto.
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