Opinión

Libres, solas

No se enteran. Los cafres. Tarados mentales, espirituales, sociales. Los retrasados y nunca evolucionados, los violadores sañudos, los antigüistas capaces de asesinar a quien se enfrenta a su feroz y troglodita pulsión sexual. Son fósiles humanos de la evolución que agreden, manchan y asesinan. Todavía. Los que piensan que todas las mujeres son prostitutas. Los que creen que para no parecer una prostituta, una mujer debe estar encerrada en su casa, no pisar la calle sola.

Los que rumian que las mujeres que visten «como les da la gana» van provocando. No se enteran. Los inmundos que suponen que las mujeres, especialmente las jóvenes, que van por el mundo a cualquier hora, ataviadas con ropa «insinuante», quizás un poco bebidas, alegres..., están deseando tener sexo con ellos. Imbéciles. Los que no tienen masa encefálica, sino solamente fálica, y muy poca (al contrario de lo que suponen). No se enteran. Quizás porque nadie se lo ha explicado de forma clara y contundente: con la ley. A lo peor, no les han contado que, al menos en Occidente, las mujeres son libres, y la ley y la sociedad las protegen. Y si no lo hacen, deberían hacerlo. Tal vez no les han advertido que, ni siquiera cuando una mujer estuviese en prostitución y fuera paseando desnuda por una acera, tendrían ellos «derecho» a abusarla, a violarla, a matarla si resulta que no se abre de piernas. Leticia Rosino era una joven mujer libre, profesional, hermosa. La encontraron sin vida, muerta a pedradas, sin las bragas. Tuvo la desgracia de tropezarse con un vil criminal que al verla, andando sola por el monte, quizás pensó que iba provocándolo a él. Los asesinos acechan a mujeres solas, los violadores desprecian a las mujeres, tienen tanto miedo de su libertad que se convencen a sí mismos de que todas son prostitutas, para poder tratarlas como a cosas, y matarlas si se resisten a su violencia.

Nadie es más peligroso, ni corre mayor peligro, que una mujer libre y sola, que sufrirá constantes amenazas porque –resulta increíble–, todavía existen tipos brutalmente incontinentes, atrasados y estúpidos, que no saben que las mujeres son libres, que tienen derecho a serlo... Aunque ellos –sean jóvenes o viejos– no se enteren, no posean suficientes entendederas para comprenderlo.